viernes, 31 de julio de 2020

Ni comité, ni expertos, ni vergüenza

Si a este gobierno del PP, que no del Partido Popular sino de Pedro y Pablo, le quedaba un adarme de credibilidad, la ha volatilizado al verse obligado a reconocer a requerimiento del Defensor del Pueblo, a su vez urgido por el PP de Pablo Casado, que el comité de expertos o de sabios, al que el ministro de Sanidad, el filósofo prepandémico Salvador Illa, hizo repetidas referencias para justificar cada una de sus decisiones sobre el coronavirus y su incidencia en las autonomías, nunca existió. Pero ¿qué me dice, si desde La Moncloa se llegó a afirmar que el propio presidente del Gobierno se había reunido con el llamado comité de expertos? Pues nada. Puede que alguien llegase a cobrar dietas por asistir a esa reunión fantasmagórica, pero nada de verdad y si mentira sobre mentira, albarda sobre albarda. Desfachatez y descaro. Desvergüenza y desparpajo. Desprecio a la ciudadanía y mentiras a la prensa, a las cámaras, la alta y la baja, a todo el mundo. El gobierno de Pedro y Pablo nos ha vuelto a engañar. Lo cual, visto lo visto, es su norma habitual, uso reiterado que se ha convertido en costumbre. Los voceros sanchistas habían tratado de hacernos creer que sí existía el comité de sabios, pero se reservaban dar sus nombres para evitarles presiones por parte de los gobiernos regionales, dado que se les atribuía el asesoramiento sobre que autonomía cumplía los requisitos para pasar de fase e ir liberándose poco a poco de las servidumbres del confinamiento. Y cómo si de la misma ilusión que de niños sentíamos por los Reyes Magos se tratara, también acabamos creyendo en la existencia de esa comisión asesora, de la que se insistió en repetidas ocasiones que era la que iluminaba con sus sesudas reflexiones y aportaciones la decisión final del ministro sobre la superación de las fases en cada una de las comunidades autónomas. La mentira, el bulo, la trola, la farsa o el embuste definen a estos gobernantes y sus tramposos modos de actuar. Este miércoles supimos de la no existencia del comité de expertos, como resultado de las indagaciones hechas por el Defensor del Pueblo a requerimiento del Partido Popular. Al día siguiente era el mismo ministro de Sanidad –léase nombre y apellido sin pausa—Salvadorilla, que con su semblante funerario también desmentía que hubiese existido tal órgano asesor. Y añadía que se había bastado él mismo, con la ayuda del doctor Fernando Simón y algún funcionario más, para determinar que autonomías habían hecho los deberes y podían progresar adecuadamente para dejar atrás el confinamiento. Es tal el adormilamiento tontorrón de la ciudadanía conseguido por los manejos de la factoría monclovita, que el público municipal y espeso ha digerido este nuevo embuste con un par de sorbos de agua, pero sin preguntarse por la razón del ardor de estómago, dolencia que ya es raro no sea también atribuida a la oposición. ¿Y qué decir de esa otra ovación, la tributada este miércoles por la bancada socialista, toda junta y en unión, a la llegada del presidente al hemiciclo del Congreso? Manifestación palmera del inmenso júbilo que los compañeros y compañeras, sobre todo los ausentes de la sesión anterior, también quisieron rendirle tributo para evitar ser señalados como tibios en la glorificación de su cada vez más campanudo líder. Qué importa que se incumpliese la normativa de acudir únicamente el cincuenta por ciento de los miembros y miembras de los grupos de las cámaras legislativas. Lo que importaba era estar allí, hacerse visible, aplaudir mas, y con más entusiasmo y fuerza a ser posible, que el vecino de escaño, porque todo lo que se le pueda ovacionar se le debe ovacionar a Pedro I el Grande. Porque por mucho que se le alabe y vitoree será poco para lo mucho y bien que trabaja y lo mucho más que consigue –qué se iba a pensar el holandés ese—cuando se codea, sin mascarilla, con los líderes europeos que acaban rendidos ante el pragmatismo, argumentos, encanto y doctorado del presidente Pedro Sánchez Pérez Castejón. Pues nada, seguir aplaudiendo. A ver si así espantáis la pandemia, que para combatirla nos basta con el tono monocorde de Salvadorilla ni el comité de expertos que, manda huevos, nunca existió.

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