miércoles, 29 de julio de 2020

Testosterona parlamentaria

Vox es un partido nacido del desprecio emocional a muchos complejos de inferioridad ideológica y errores de la derecha, pero ideado para convulsionar la política a base de sentimientos e impulsos, y por eso es proclive a la sobreactuación. Conoce bien la potencia de lo gestual, las técnicas de la comunicación política capaces de excitar el sentimiento reactivo, y sabe rentabilizar con soltura esa vitola sentimental y nostálgica de extrema derecha, que lleva a gala como algo hipnótico y de pureza. Además, sabe que en un entorno de populismo hipnótico le sale gratis hiperactuar para crear iconos combativos contra la izquierda. Vox se maneja bien en la demagogia alternativa al populismo de extrema izquierda y plantea simplismos resolutivos con mensajes fáciles y porosos. Por eso puede permitirse el lujo de fracasar en una moción de censura, si eso le supone marcar territorio frente a la moderación y tratar de arrinconar al PP dejándolo sin discurso propio. Vox ha demostrado no ser un partido de aficionados sin pulso y basado solo en una estética antisistema radicalmente opuesta a Podemos. Cincuenta y dos escaños así lo atestiguan. Pero con las urnas catalanas como único horizonte electoral próximo, Vox necesita significarse frente al PP y Ciudadanos, y Pedro Sánchez solo es una coartada encantada de serlo. Vox espera acceder al Parlamento catalán agitando al centro-derecha. Confía en aislar a Ciudadanos y al PP, y de modo indirecto los acusa de cobardía política. En realidad, el anuncio hecho por Vox no es ninguna moción de censura contra Sánchez, ni contra Casado, como aprovechó gustoso el PSOE de su regalo, sino una virtual cuestión de confianza sobre el propio Abascal ahora que los sondeos predicen que ha tocado techo. Es cierto que no hay viso alguno de una mínima opción de triunfo en la moción, pero Abascal sabe que con su impostura removerá al electorado del PP, y que hará dudar a ese menguante reducto de Ciudadanos que se esfuerza por mantener en pie la bandera constitucionalista ahora que el giro hacia el PSOE de Sánchez resulta tan inquietante. Fragmentación de la derecha Todo en Vox está orientado a mantener la fragmentación de la derecha y a exhibir una musculatura dopada. A marcar su «agenda patriótica» independientemente del caos que genere en el centro-derecha. Abascal sabe que reforzando a Sánchez, refuerza a Vox. La división es el Covid de la derecha, el virus del que Sánchez se sirve para sobrevivir, sostenido sobre la falta de una implosión social que si se contiene es solo porque gobierna la izquierda en España. Vox es pura testosterona parlamentaria, pero el debate en España es entre radicalidad y moderación. Entre populismo y pragmatismo. Entre tacticismo y generosidad. Y para la derecha, en las tres variantes va ganando la peor alternativa. Por eso Sánchez sonríe y se burla de Abascal preguntándole si la moción será en septiembre porque en agosto se va de vacaciones. Sánchez vive cómodo con la derecha rota. Esa es la clave de su éxito.

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