lunes, 27 de julio de 2020

Más de 1.500 denuncias por no llevar mascarilla desde que es obligatoria

Un grupo de jóvenes se encuentra charlando en una plaza vallisoletana. Algunos llevan la boca y nariz cubiertas. Otros no. Se acerca a ellos una pareja de policías y todos salvo uno se la ponen bien. -¿Y tu mascarilla? -Me la he dejado en casa -Es obligatorio. Si se te ha olvidado, allí tienes una farmacia. A regañadientes y murmurando, el chaval entra en el establecimiento se compra un medio de protección y salda su disputa con los agentes. Es una de las escenas que las fuerzas de seguridad han repetido una vez tras otra a lo largo de estos primeros diez días desde que se decretara que debía utilizarse y en los que pese a que el incumplimiento esta sujeto a sanción de cien euros aún se han impuesto al menos 1.500 denuncias en Castilla y León. Desde las primeras horas, los agentes que vigilaban las calles empezaron llamando la atención a los viandantes sin mascarilla e instándoles a solucionarlo comprando una en ese momento si fuera necesario. La mayoría accedía, otros no y se llevaban la sanción. A medida que han ido pasando esos primeros momentos de tregua, las advertencias han tornado en denuncias a quienes aún ante la falta de excusas se resistían a cubrir su cara. «Es su problema contagiarse», nos dicen algunos, sin plantearse que están «siendo ellos el problema para los demás» si tienen el coronavirus, apuntan fuentes policiales, que, no obstante, remarcan cómo este comportamiento no es, en absoluto, habitual. Por norma general, la ciudadanía de Castilla y León estaría haciendo uso de estos medios de protección desde antes de que la Junta dictara que era obligatorio al aire libre en entornos urbanos y en espacios cerrados abiertos al público, así como en los medios de transporte. Así, ya antes de la obligatoriedad en las calles era más que común ver a la mayoría de los ciudadanos con mascarilla, incluso contemplar cómo a algunos se les escapaban miradas de reojo o críticas entre farfullos ante quienes no la llevaban. El hecho de que la cara descubierta ahora implique sanción ha hecho que haya «menos gente» sin tapar su rostro. Aún así, la hay. La Policía Nacional ha impuesto 199 denuncias, la Guardia Civil 695 y las policías locales de más de 600. Destacan los casos de Ponferrada, donde en sólo un fin de semana se han impuesto cuatro veces más de denuncias que en los siete días previos, superando las 198 desde que entrara en vigor la obligatoriedad. Las siguientes ciudades con más volumen serían Salamanca, con en torno a cien, y Valladolid con más de 190, mientras que otras grandes capitales como León y Burgos no llegan a las cuarenta. Sin embargo, ésta última es junto a Zamora la que suma más expedientes de Policía Nacional y Guardia Civil, con 177 y 152 respectivamente. Depende de cada enclave las denuncias se han focalizado en distintos entornos. En algunos casos apuntan más hacia el «oasis» de las terrazas y en otros al ocio nocturno y botellones o simplemente a los viandantes que se resisten a utilizarla. Más cumplidores Si se compara este volumen de sanciones con las que se impusieron de media cada semana durante el estado de alarma, la estadística refleja que el grado de incumplimiento en el caso de la mascarilla es inferior al de los supuestos en los que no se respetaron las restricciones de movilidad y aislamiento que se establecieron con el fin de frenar los contagios. En concreto, se llegaron a formalizar más de 300 detenciones y cerca de 55.200 propuestas de sanción, lo que equivale a 3.900 a la semana, frente a las 1.500 por no usar la mascarilla de los últimos diez días. Y eso que las multa que se prevén actualmente son de cien euros y entonces oscilaban entre los 600 y los 30.000. Aún así, los hubo que durante el confinamiento bajaban a un perro de peluche a la calle para pasear. Las fuentes consultadas esperan que no siga en aumento el ritmo de denuncias y que aunque sea solo para esquivar la sanción, la ciudadanía lleve puesta la mascarilla y remarcan lo de «puesta». Y es que desde que estallara la pandemia se ha visto una amplia modalidad de usos en los que mas que medio de protección parece un complemento. Esta el modo diadema, el del collar o el de pulsera y ninguno de ellos cumple con lo establecido en la norma autonómica, que deja claro que es obligatorio su uso «adecuado, de modo que cubra desde parte del tabique nasal hasta la barbilla incluida». Excepciones Existen excepciones al uso obligatorio, como son el consumo de alimentos y bebidas, durante la práctica de actividad física, en los espacios de la naturaleza o al aire libre fuera de los núcleos de población y en las piscinas. «Siempre hay quien intenta aprovecharse de esos márgenes», apuntan dichas fuentes. Como ejemplo, alguien sentado media hora en un banco con sus amigos en chandal que dice que no lleva mascarilla porque ha salido a correr, apuntan agentes que antes de esta obligatoriedad como norma general habían impuesto sanciones por no llevar el tapabocas en lugares en los que ya se exigía o cuando no se mantenían las distancias, aunque en menor proporción que ahora, reconocen.

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