domingo, 13 de noviembre de 2022

Hacer, deshacer, rehacer (Barcelona)

Las bodegas Muga cumplen noventa años desde su fundación en Haro (La Rioja) por Isaac Muga y Aurora Caño: la tercera generación familiar -Manu, Eduardo y Ana- lo celebra en el restaurante Oria de Barcelona con sus tintos de alta gama Torre Muga y Aro. Venir a Barcelona, explican los hermanos Muga, es reconocer al mercado catalán : el diez por ciento de la facturación nacional. Con la temporada que prolonga este otoño veraniego, la Ciudad Condal está «on fire», observa Manu: precios hoteleros al alza por la continua afluencia de turistas. La marca Barcelona sigue atrayendo a pesar de las políticas del «no» que promueve una alcaldesa empeñada en « deshacer » la trama de Cerdà. En los brindis preferimos pensar en la 'Barcelona és bona' que en las ratas que invaden los jardines del Palau Robert, los contenedores y papeleras rebosantes de basura, el Raval fuera de control o la desdichada reforma, cuatro años después, de la losa de hormigón que convirtió ronda de Sant Antoni en patio carcelario. En una civilidad sepultada entre los matorrales del eco-comunismo. Proclamado candidato a la alcaldía y obligado a marcar perfil electoral, Jaume Collboni dice ahora lo que callaba: «Convertir el Eixample en un parque es imposible». ¡A buenas horas mangas verdes! Las excavadoras ya han destrozado la calle Consell de Cent: el 18 de noviembre dejará de ser accesible a la circulación. Los coches que no atraviesen los ejes verdes se desviarán a otras calles. Son cuatrocientos mil y no desaparecerán por arte de magia. La mayor parte provienen de fuera de Barcelona porque no hay alternativas de transporte ni aparcamientos disuasorios a la entrada de la ciudad. Atascarán y contaminarán las vías que reciban la sobrecarga de tránsito. Los ejes verdes son una chapuza insular que no contempla al conjunto del territorio: la metrópolis del siglo XXI demanda un urbanismo de gran escala; como sugiere el abogado Jacint Soler Padró desde la entidad Salvem Barcelona , urge actualizar el Plan General Metropolitano de 1976. Dejemos ahora a los comuneros y conozcamos la historia de esa abulia barcelonesa que les permite deshacer la ciudad. Rescato de la biblioteca ' Barcelona cosmopolita ', opúsculo que Gonçal Arnús, fundador de la Sociedad de Atracción de Forasteros, publicó en 1908 para hacer una Barcelona que, sin ser capital de estado, compitiera en la primera división del turismo internacional. Arnús no escatima la autocrítica. Ataca a quienes se limitan a ganar dinero y se desentienden de intervenir en la ciudad donde germinaron sus millones «abandonándola casi totalmente en manos de gente advenediza a quienes el pueblo no podía tener el respeto que las virtudes, la capacidad y el prestigio de la sangre imponen». El acaudalado, añade a un año de la Semana Trágica, es visto por la ciudadanía como «un ser abominable, de quien no le separaba más distancia que la ocupada por sus riquezas, no siempre bien adquiridas». Lamenta Arnús la poca ambición cultural barcelonesa, con la excepción del Gran Teatro del Liceo y del Palau de l'Orfeó Català : «La tacañería de nuestro público en cuestión de teatros mata todas las iniciativas e impide toda acción provechosa para el arte… Si nuestros teatros no alcanzan el nivel que les corresponde; si aquí no vienen las notabilidades del extranjero a mostrarnos su arte; y si nuestras aficiones artísticas no tienen campo de expansión, será porque el público de Barcelona cree que no vale la pena de prestar su ayuda y cooperación a lo que en toda ciudad culta se considera como un deber de ciudadanía». La Barcelona de 1908 ya padecía un grave problema de inseguridad a falta de una prefectura de policía unificada: «Cuando la razón nos dice que el principio de autoridad es uno e indivisible, pudiendo solamente delegarse, pero nunca fraccionarse, porque esto equivale a 'deshacerlo', lo lógico y natural es que exista una sola cabeza encargada de relacionar y dirigir las diversas funciones policiacas», propone Arnús. Además de las deficiencias del servicio público de limpieza en aquella Barcelona de 600.000 habitantes «cuyo descuido nada puede justificar y bajo ningún concepto tolerarse por más tiempo», Arnús denuncia la falta de urbanidad , la nula observancia de las ordenanzas municipales y «la mendicidad de oficio» en una ciudad donde es habitual «acosar por las calles a los transeúntes con el pretexto de obtener de ellos una limosna». ¿Nos suena? Para conjugar sus propuestas Arnús plantea una «constitución urbana» que constituyera el «molde de la urbanización total de Barcelona»: reforma e higienización del casco antiguo, culminación del Ensanche, comunicación con las poblaciones agregadas, expansión de la cultura, parques en Montjuic -para una Exposición Universal- y junto al Besós… La generación de Arnús pensó la Barcelona que se hizo. Colau la ignora y deshace. Los barceloneses han fallado por su abstención civil. 2023 debería ser el año del verbo rehacer.

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