sábado, 26 de noviembre de 2022

Habla el hijo del artista Juan de Ávalos: «Si hiciera falta, daría mi vida por defender la Cruz del Valle de los Caídos»

Una charla con el hijo de Juan de Ávalos, el escultor de las figuras colosales que sostienen la Cruz del Valle de los Caídos (ahora Valle de Cuelgamuros ), ha de situarse en su contexto. Por eso, su heredero cita en la hospedería del recinto un día de niebla, «de niebla meona», dice pícaro, en que la propia Cruz que diseñó Diego Méndez aparece y desaparece. El contexto es también el que es: la Comunidad de Madrid tramita una Ley por la cual queda protegida toda simbología religiosa en la región, si bien todo el conjunto del Valle de los Caídos pertenece a Patrimonio Nacional . De momento, el Gobierno parece que no tocará la Cruz. Aunque de todo, lo más interesante es la conversación con Juan de Ávalos Carballo, que revela las intimidades y las dificultades con las que tuvo que lidiar su padre, un republicano muy «vinculado al ayuntamiento socialista de Mérida»; a la vida cultural de la ciudad extremeña, hasta el punto de «coincidir con Azaña o con la Xirgu». Amistades y relaciones que llevaron a su familia a un «exilio», si no «forzoso», sí más que «voluntario» al vecino Portugal. Noticia Relacionada estandar No Ayuso protegerá por ley la Cruz de los Caídos en la nueva norma sobre patrimonio que comienza a tramitarse este jueves Sara Medialdea El artículo 73 del texto legal protege el patrimonio etnográfico y abre la puerta al blindaje de este elemento, algo pedido por Vox Juan de Ávalos Carballo, que ha sido entrenador de los equipos nacionales de tiro olímpico, habla con retranca y resta severidad al entorno monástico que lo rodea. Al concepto de «resignificación» de la Ley de Memoria Democrática , él contrapone, jocoso, la «resignación» entre risas que truenan en la mañana cerrada. Juega con la rima, con la palabra, porque le resulta inconcebible cómo muchos «manipulan el lenguaje hacia sus intereses». El origen de La Piedad Esa «resignación» no implica que no defienda, incluso con «su vida si hiciera falta», la Cruz y el basamento: el conjunto escultórico que su familiar diseñó y que a pesar de los vientos y las trifulcas a día de hoy ahí sigue. Frente a los elementos del Guadarrama frío. Si la política está por un lado, para él la «verdad de la Historia» va y está por otro. Bebé un café con edulcorante que es cortesía benedictina, y relata las anécdotas que en su caso se elevan a categoría. Hay que situarse en el año 1951, pensar en una familia «purgada» por el Régimen que vive «a caballo entre Lisboa y Madrid», por no levantar sospechas, que diría Lorca. Y un artista, su padre, que presenta a un concurso nacional de escultura una talla, 'El héroe muerto', en la que un soldado sostiene el cuerpo de su amigo. Una metáfora «quejosa contra el Régimen, contra la guerra». Una alegoría donde los constructores del Valle vieron una Piedad católica, de la que su progenitor, en un ejercicio de estajanovismo sorprendente, esbozó cinco propuestas 'piadosas' en una semana. «Tanta obcecación convenció al arquitecto, y al Valle que se vino». A Franco le dijeron que era «un poco rojillo» y con su sorna gallega, cuenta Ávalos hijo, éste contestó que «todos los artistas son un poco rojillos». En el taller «Mi padre supo transmitir a su equipo el amor a la obra» El entrevistado vuelve a mirar la niebla, se preocupa por la fotografía de la Cruz que dará sentido al reportaje, y argumenta que sería una indignidad volar «la obra no sólo de mi padre, sino de 93 artistas más» entre los que cita a Carlos Ferreira o Ramón Lapayese. Y más intimidades. Como la de que su padre venció la batalla a Méndez, a la sazón el arquitecto jefe, que quería «algo más brutalista», y que cuando su progenitor asumió el proyecto artístico, ya «no quedaban presos políticos en el Valle», que en el equipo había «trabajadores como Luis García, de la UGT, o Tomás Martín, que había sido teniente republicano». Y que, pese a todo, se supo transmitir un «espíritu de amor a la obra, de dinamismo» en los talleres que se instalaron en la calle Agustín Querol de Madrid. Trabajando «la piedra de Calatorao, que es la que se utiliza para los bordillos» pero, que bien tallada, arranca unos matices «muy bellos al negro azulado» del material. Anótese que Calatorao es un pueblo aragonés. «No a la Guerra Civil» Rememora también el entrevistado las «comidas en casa» donde el esfuerzo paterno no «era muy bien visto» por la filiación republicana de la familia, que llevaba, ya se ha dicho, un medio exilio. En un inciso, añade que cuando al escultor lo hirieron en Córdoba, enrolado forzosamente en el bando nacional, en su bolsillo encontraron un papel con un mensaje rotundo: «Mi no a la Guerra Civil». La Piedad de Cuelgamuros IGNACIO GIL Porque para el escultor, admite con orgullo su vástago, «su único líder era Jesucristo». Quizá por eso no ve que la Iglesia ande «muy activa en la defensa de sus símbolos», y se queja de que más allá del Evangelio, y «en una sociedad eminentemente católica», no se dé «más doctrina católica desde los púlpitos». Y vuelve a la obra magna paterna, de la que destaca «la armonía del conjunto», que parte de la dureza berroqueña y se va estilizando. Así con las figuras de los cuatro evangelistas como con las de las cuatro virtudes bíblicas: fortaleza, templanza, justicia y prudencia. El sello del artista Juan de Ávalos dejó su sello, sus guiños, en el Risco de la Nava. «Es lo que tienen los artistas. En las figuras hay retratos. En los mentideros se contaba que mi padre se andaba demorando mucho con la talla de San Marcos. Decían incluso que se lo había comido un león (representación del evangelista)». Pues bien, ni corto ni perezoso «se hizo un autorretrato en la escultura de la templanza para que todo el mundo viera que efectivamente no se lo comió el león». Y adjunta otra huella del carácter paterno, de un escultor que se decía «verista», y fue que para esculpir a San Mateo se «inspiró en el tío Pedro, que tenía un rostro muy particular, con las cejas muy marcadas». Juan de Ávalos tallando el busto de Manolete ABC Ávalos hijo vuelve a mirar el reloj, la niebla, lo herreriano del conjunto. Se dice atlético, saca varios chascarrillos de fútbol e insiste en que se visite la biblioteca de la hospedería. La encargada le pregunta si le deja las llaves pero el cielo se va cerrando sobre la Cruz, por lo que hay que dejar la comodidad del café conversado y pasar al retrato. Pero insiste en algo que su padre le reveló en una de esas cenas donde está escrita la intrahistoria de España, del Valle de los Caídos y quizá de la evolución del propio franquismo. «Mira, pudiera ser que en un principio la obra fuese un monumento a la victoria, pero siempre que él volvía de El Pardo venía con la idea de la reconciliación». Dicho lo cual se atusa «los cuatro pelos» que tiene y posa segundos antes de que la nube diluya el paisaje. Se despide, junto a su acompañante, con simpatía y sin alarde de haber abierto los secretos más desconocidos de un monumento convertido en cuestión de Estado. Baja de las alturas de Cuelgamuros a Madrid en un coche «contaminante» a centrarse en su obra, abandonada en el nombre del padre.

De España https://ift.tt/vkRliy1

0 comentarios:

Publicar un comentario