viernes, 18 de febrero de 2022

La meca del manga, en la trasera de la Gran Vía

Calle de la Luna. En obras. Polvo que va al rincón último de los pulmones y gente de todas edades guardando cola. Son las doce de la mañana y Madrid se va templando en un febrero templado (sic). Las vallas de la obra sirven para contener al público, que espera. No es un concierto de Tangana, sino la apertura sabatina de Otaku, tienda de manga y un plan mañanero, el de la compra de un, digamos Goku, que anda ya rubio y superguerrero. La calle de la Luna, con su comisaría como ‘Fort Apache’, fue uno de esos rincones deprimidos de Madrid, de los de carmín barato y navajazos más baratos hace no mucho. Pero ahora, veinte años después, se ha convertido en una romería del manga y el anime. Pasan camiones, VTC, y el castizo que ha visto pasar la Historia por las traseras de la Gran Vía ya ni se pregunta por qué, de buena mañana, hay un entrecruce de disfraces ‘japos’, niños como en la mañana de Reyes y un divorciado teñido de rubio dando palique en no se sabe qué tertulia improvisada sobre argumentos y tintas. Está el cómic y la línea oscura franco-belga, pero también el manga, en blanco y negro, con su cofradía en la calle de la Luna y adyacentes que al menos avezado le recuerda las colas de la vacunación. Y sin embargo, el espíritu de la espera es otro. Los niños guarda prietas las filas, y el padre habla del último cómic como, hace años, se aguardaba con pasión lo último de Marcial Lafuente Estefanía. ‘Tokyo Revengers’ Madrid, en la trasera norte de la Gran Vía, tiene su ambiente de manga y anime, según cuenta Víctor, diseñador gráfico y encargado de redes sociales de la tienda Otaku, que en japonés quiere decir algo así como fanático del cómic japonés. De la cercana comisaría de la calle de la Luna no pocas veces sale un uniformado a preguntar por las últimas novedades de no se sabe qué tebeo. Y abuelos que por el nieto se han aficionado a la cosa. Y dos hermanas, Maite (insiste en la «i» latina) y Cristina, que vienen customizadas de ‘Tokyo Revengers’, que debe ser como El Quijote de la cosa ‘japo’. Una de las dos hermanas lleva una camiseta que no enseña a la cámara por ser ‘spoiler’, pero se adivina un mensaje escrito en tela y en esos rotuladores para superficies textiles. Ambas son barcelonesas y confirman que el manga ha pendulado de la Ciudad Condal a Madrid, que tampoco le va a la zaga a París en este mundo de personajes con ojos grandes y heroínas con falda mínima. Colas a la entrada de la tienda Otaku - Isabel Permuy Las hermanas se van grabando en Tik Tok y ruegan al cronista que cite su cuenta, que es @mikeymanjikun. Las hermanas, como doctas en la materia que nos ocupa, hablan del Salón del Cómic de Barcelona, de la Japan Weekend madrileña, y por detrás de ellas, ya en la tienda, anuncian el lanzamiento de un tebeo con la motivadora frase de «Qué significa ser médico». Y se vuelve a la cola, ordenada, y al cronista le llama la atención la sudadera de Fernando, rosa y con Snoopy bordado. Fernando es de Mallorca y, en lugar de irse de musicales, anda embobado viendo los mismos muñecos que sus amigas Saray, Celia y Marta. El manga en Madrid, nos vuelve a contar Víctor frente a un Goku superguerrero y rubio de tamaño natural, atañe a todo tipo de madrileños, sin distinción de clases ni edades. Lo que le fascina es cómo pegan la hebra y guardan respetuosamente la cola. También que el fanático del manga puede serlo, y en muchas ocasiones lo es, de Marvel o DC. Hay en esa zona de Madrid no pocas librerías, y hablan de una «sectorial del cómic» que debe ser algo así entre ‘lobby’ y sindicato con «autores, editores y vendedores». Y así llega el mediodía. Y hay quien sale con la colección al peso.

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