domingo, 2 de enero de 2022

El Open de España, para cerrar el círculo

Los jugadores profesionales, por muy alto que estén en el escalafón, nunca olvidan sus orígenes. Y mucho menos las asignaturas que han ido dejando pendientes en su trayectoria. Y si hablamos de dos de ellos, que abandonaron sus hogares en Canarias y Navarra para buscar su futuro en Estados Unidos, mucho más. Rafa Cabrera y Carlota Ciganda habían mandado en el panorama nacional desde los nueve años hasta que accedieron a la categoría máxima y solo les faltaba el Open de España para completar un palmarés inigualable a nivel nacional. Un éxito conseguido por fin en 2021. «Es cierto que el torneo en sí no es el más destacado en el panorama internacional –afirma Rafael Cabrera padre–, pero mi hijo le tenía unas ganas increíbles». En cuanto a premios y repercusión, la realidad es que tanto la prueba masculina como la femenina se encuentran por debajo de otras pruebas del calendario, pero ninguno de ellos habría podido retirarse sin ellos. «Lo he conseguido y no puedo ser más feliz en estos momentos», comentó una emocionada Ciganda mientras abrazaba la copa que tanto había perseguido. Una declaración que tiene especial relevancia viniendo de la española más laureada de la historia, una jugadora que cuenta con dos títulos del LPGA Tour en su haber. Si bien es cierto que cada personaje es un mundo, en ambos golfistas se juntan su talento desbordante y el apoyo incondicional recibido de sus familias. Y eso ayuda mucho para el triunfo. «Rafa ganó su primer campeonato nacional benjamín a los nueve años, pero desde los siete se vio a la legua que tenía un talento desmesurado, ganaba de calle todos los torneos en los que participaba –explica su progenitor–. Había un niño de Sevilla, Iván Herrerías, al que tenía amargado porque nunca podía superarle». En el caso de la pamplonesa, sucedía lo mismo, pues, según recuerda Jesús Ciganda, «ganaba los torneos saltándose dos o tres categorías y compitiendo contra niñas mayores que ella. Por ejemplo, después de tener ya los títulos de benjamín e infantil, ganó el cadete en Madrid con doce años ante Azahara Muñoz y Belén Mozo, que la superaban en edad. Y luego, con catorce años, se hizo con el absoluto, peleando ante jugadoras adultas». Una joven Ciganda, en una imagen de 2009Todo esto venía motivado por una afición desmesurada, que llevaba al canario a «pararse delante de los escaparates de las tiendas para hacer swings y verse reflejado en los cristales», reconoce Cabrera con una sonrisa. En el caso de la de Ulzama, hasta los nueve o diez años hacía varios deportes, como fútbol, frontenis y golf. «En ese momento me dijo que quería centrarse en el golf; le pusimos un profesor y desde entonces la hemos apoyado en todo, porque veíamos que era lo que le gustaba», indica su padre. Viajes constantes Ya con un bagaje de triunfos y con sus indudables posibilidades de mejora, comenzó una etapa de viajes constantes. «Lo que hicimos fue fomentarle la afición –reconoce el padre de Cabrera– y estuvimos doce navidades seguidas yendo al Doral y el Orange a Florida. Y luego a todo lo que había por España. Los fines de semana me encargaba yo de acompañarle y durante los días lectivos era su madre la que le llevaba a los entrenamientos a Bandama». Con Carlota sucedía al revés, pues, según reconoce Jesús Ciganda: «Era mi mujer la que la iba a cuidar cuando estaba fuera y yo me encargaba de los días laborables». Lo curioso es que no existía un conocimiento previo del deporte. «Chusa no sabía lo que era un birdie o un bogey y, como las demás madres, le apuntaba en un papel los golpes que hacía y luego lo comentaban». Con los Cabrera sucedió algo similar. «Aunque vivíamos en una urbanización de golf en Maspalomas, comenzamos a jugar el mismo día el niño y yo», recuerda Rafael. Cabrera, campeón del Open de España en 2021 - ABC Otra clave importante en el éxito posterior de los dos olímpicos es que sus progenitores nunca se quisieron meter en cuestiones técnicas, como sí optan hacer otras familias. «Los profesores están para enseñar y nosotros para educar –incide el navarro–. Carlota estaba muy entregada, le gustaba competir, sobre todo en el equipo nacional. La única vez que me metí fue cuando le dije que tenía que hacer una carrera académica además de jugar. Siempre cumplió y veo que ha crecido mucho como persona en todos los aspectos. Estoy orgulloso de poder decir que la trayectoria y la educación han sido las correctas». Algo de lo que también se vanagloria Rafa Cabrera padre: «Siempre hemos consensuado las decisiones con nuestro hijo y ha sido una fortuna poder compartir tantas horas juntos y llegar a tener una relación excepcional con él».

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