sábado, 8 de enero de 2022

Criogenización, Ribera del Duero y su hijo: la vida de Lebron para seguir en la cima a los 37 años

Los Angeles Lakers, una franquicia acostumbrada a llevar ropa de marca e ir bien perfumada, se ha convertido esta temporada en un corredor de campo a través, con barro hasta en las cejas. El equipo apostó el verano pasado por una reestructuración total de su plantilla en la que solo repitieron taquilla en el vestuario sus dos estrellas, LeBron James y Anthony Davis, y el prometedor Talen Horton-Tucker. Se le dio las llaves del balón al caótico base Russell Westbrook y se envolvió el proyecto con la plantilla más veterana de toda la NBA (30,6 años de media), con seis de los 12 jugadores más viejos de la liga entre sus filas. La ecuación, sumada a las lesiones y a la sexta ola del coronavirus, resultaba hasta la fecha casi dramática. Hace unas semanas el conjunto estaba casi fuera de los puestos de playoffs y el nombre del técnico, Frank Voguel, flaqueaba. Sin embargo, James, con 37 años recién cumplidos, ha vuelto a erigirse como salvador y a base de exhibiciones ilógicas ha empaquetado a los Lakers, que ya muestran brotes verdes y escalan en la clasificación con cinco victorias en seis duelos. Pocos nombres como el del estadounidense han conseguido prolongar hasta una edad tan avanzada, en clave deportiva, su carrera. Cristiano Ronaldo (36), goleador inagotable, y el quarterback Tom Brady (44), campeón de la última Superbowl con los Tampa Bay Buccaneers, son algunos de los ejemplos. Sin embargo, James le aguanta el pulso a la vejez y aún se codea con los nombres más en forma de la liga: es el segundo máximo anotador de toda la competición (28,7 puntos por partido) y lidera a los Lakers en minutos disputados, con 37 por noche de 48 posibles, su promedio más alto en las últimas cinco temporadas. Ayer, en la victoria contra los Atlanta Hawks (134-118) y donde anotó 17 puntos en el último cuarto, se convirtió en el más veterano en encadenar 10 partidos con más de 25 puntos. Superó a Michael Jordan que lo hizo con 34. Un desfase de estadísticas que evidencian lo simple. Pese a tener canas y con la calvicie asomando desde hace años, su dominio no envejece. Pese a su físico prodigioso, James no deja nada al azar. Fue él mismo quien reconoció que invierte más de 800.000 euros al año en su salud física repartidos entre máquinas de última generación (cámaras hiperbáricas y de crioterapia), fisioterapeutas y cocineros, además de tener en su lujosa mansión un gimnasio tan bien equipado como el del campo de entrenamiento de su equipo. Tampoco cae presa del fanatismo como otras estrellas con algún que otro exceso, siempre que sea controlado. Si Cristiano reconoció el pasado verano que se enfadaba cuando su hijo consumía bebidas azucaradas y que él nunca tomaba alcohol, es habitual ver a James en sus redes sociales disfrutar de una buena botella de Ribera del Duero o algún que otro chupito de la marca de tequila que apadrina. Su entrenador personal, Mike Mancias, dio la clave hace unos años. «Intentamos no exceder la carga en el gimnasio. No hay nada mejor para su condición física que el propio baloncesto». Compartir vestuario con su hijo James, de momento, no ha abierto la brecha de una posible despedida. Su juego no es tan abominable como el que mostraba en los Miami Heat, pero sigue siendo igual de dominante. Su objetivo declarado es aguantar hasta que su hijo mayor, Bronnie, tenga edad para estar en la NBA y así poder compartir vestuario con él una temporada. James seguirá en la liga, al menos, hasta el verano de 2023, momento en el que a su vástago le faltará un año para poder desembarcar en la liga. La promesa parece un disparate, pero el tiempo ha ejemplificado que apostar en contra del Rey no suele traer buenos resultados.

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