jueves, 23 de septiembre de 2021

El factor campo no asusta a los europeos en la Ryder Cup

Si a la presión de la grada en el fútbol se le llama ‘el jugador número 12’ de los locales, en la Ryder Cup deberíamos hablar ‘del golfista número 13’. Al menos en lo que al bando europeo se refiere. En lo que va de siglo los del Viejo Continente han ganado todos los partidos que han disputado en su terreno (Inglaterra, Irlanda, Gales, Escocia y Francia), lo que demuestra que las aficiones de los distintos países han considerado al equipo como suyo propio y lo han llevado en volandas hacia el triunfo. Y luego, como muestra del orgullo que impregna cada capitán en sus jugadores, también fueron capaces de arañar dos victorias al otro lado del Atlántico (Oakland Hills y Medinah). Estados Unidos solo ganó dos de los nueve enfrentamientos jugados desde 2002 (Valhalla y Medinah). Estos datos se pueden analizar desde dos perspectivas diferentes. La primera, la ya mencionada de que al ser el bloque europeo multinacional cuenta con el apoyo extra de los países que lo acogen. Solo hay que recordar la pasión que pusieron los franceses en la última edición de 2018 y ese espectacular hoyo 1 que albergaba a 6.800 enfervorecidos espectadores, un adelanto de lo que esperaba a los visitantes en los diecisiete agujeros siguientes. Los americanos, a lo suyo El otro aspecto a considerar sería la escasa pasión que ponen los norteamericanos en el torneo. Es cierto que ellos deberían sentir más el aspecto nacional al defender su propia bandera, pero ya se ha comentado que los europeos juegan por dos y eso les da una fuerza extra. El problema que tienen los de las barras y estrellas es que anteponen el juego propio al del equipo y eso se nota. Son individualistas desde niños, lo que no les ayuda. La actitud de Brooks Koekpa («si yo gano mis partidos y mis compañeros pierden los suyos, no me vale de nada el torneo») es antagónica a la de Sergio García («cambiaría todas mis victorias pasadas por ganar la Ryder»). En suma, que el capitán estadounidense tiene que hacer un gran esfuerzo cada edición para que la suma de los egos se conviertan en una herramienta colectiva que les permita superar a unos rivales que juegan en el PGA Tour y no se dejan intimidar por los gritos de «USA, USA» que unos seguidores pasados de cerveza vociferan a cada paso. De hecho, los dos triunfos estadounidenses de este siglo se debieron más a una mala dirección de los técnicos europeos (Nick Faldo fue un desastre en Kentucky y Darren Clarke tampoco dio la talla en Minnesota) que al apoyo de las masas. De hecho, el hombre más visceral de la Ryder Cup, Ian Poulter, ha reconocido que «el público cada vez me trata mejor en Estados Unidos;juego encantado». Ver para creer.

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