lunes, 30 de noviembre de 2020

¿Por qué el Shakhtar tiene tantos y tan buenos brasileños?

Hasta 2004, el Shakhtar Donetsk había ganado cuatro copas y solo una de las trece ligas ucranianas disputadas hasta entonces. A partir de ese año, coincidiendo con la llegada de Mircea Lucescu al banquillo, el rival del Real Madrid esta noche ha conquistado otras doce ligas y nueve copas, convirtiéndose en el dominador del fútbol en su país y en el referente de Ucrania en la Champions. Hegemonía alcanzada con una estrategia deportiva basada en contratar numerosos jugadores brasileños, una apuesta que, a primera vista, puede sorprender y parecer atrevida. Sin embargo, esa forma de entender el fútbol ha cambiado la historia del Shakhtar. Lucescu fue uno de los futbolistas más populares de la década de los sesenta y ochenta en la Rumanía comunista, pero si hubiera nacido en Brasil no hubiera pasado nada. Quedó prendado del fútbol de ese país tras un gira con su selección antes del Mundial de 1970. «Él era entonces el capitán y quedó fascinado del país y de cómo jugaban los futbolistas brasileños. De hecho, aprendió el portugués en muy poco tiempo e hizo una serie de contactos que le ayudaron a poner en marcha la política deportiva que tanto rédito le ha dado al Shakhtar. Fijaos que hace ya cuatro años que se marchó del club y la hoja de ruta se ha mantenido intacta», cuenta a ABC Emanuel Rosu, uno de los periodistas rumanos deportivos más afamados de su país. Lucescu aterrizó en el banquillo del Shakhtar en 2004 y transmitió su amor por el fútbol carioca a Sergei Palkin, director general del club. Entre ambos, y de la mano de Luis Gonçalves, que fuera jefe de ojeadores del Oporto, montaron una red de reclutamiento de jóvenes brasileños que hoy, 16 años después, sigue siendo impecable. Los compran a precio de saldo para más tarde venderlos por millonadas, y por el camino van dado títulos y gloria, como la Copa de la UEFA de 2009, el mayor éxito de la historia del Shakhtar. Plusvalías importantes Fred, comprado por 15 al Internacional de Porto Alegre y vendido por 59 al United; Alex Teixeira, adquirido por 6 y traspasado a China por 50; o Fernandinho, llegado del Atlético Paraense por 8 y vendido por 40 al City, son solo tres ejemplos del doble rendimiento que le saca el Shakhtar a su política deportiva cimentada en jugadores brasileños, que en algunas temporadas han llegado a suponer el 60% de la plantilla. Este curso, son once los integrantes, y ya en el partido de Valdebebas de la primera jornada de la Champions dieron un recital ante el Madrid (2-3). En el otro lado de la balanza, la pregunta es cómo un brasileño decide irse a jugar a Ucrania, teniendo mejores ligas en Europa donde elegir. Además, la ex república de la antigua URSS nada tiene que ver con el fútbol y las costumbres de su país. En Ucrania hace frío, la liga es poco competitiva y no es el primer deporte, pero pagan bien. Muy bien. Rinat Ajmétov es el dueño del Shakhtar y tiene una fortuna de 20.000 millones de dólares que le convierte en la persona más rica de su país. No escatima y el Shahktar es bastante generoso a la hora de pagar a sus jugadores. Si a eso, se le une el exquisito trato que reciben allí y el escaparate de jugar en Champions una temporada tras otra, no es difícil entender que Brasil se haya convertido en una fuente inagotable de talento para el Shakhtar. Un rival muy peligroso.

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