
En el siglo XIV, el rey Eduardo II de Inglaterra se enamoró de su ministro principal y desencadenó una crisis en la que participó activamente la esposa del monarca, Isabel de Francia. La historia acabó con tanta sangre que se habría convertido en un perfecto argumento shakespeariano si no fuera porque su predecesor, Christopher Marlowe, se le adelantó y lo llevó a escena antes. Este relato sobre hechos reales ha fascinado a generaciones enteras hasta llegar a nuestros días. Los amores entre Eduardo II y Piers Gaveston llamaron la atención del compositor George Benjamin y su libretista, Martin Crimp, que los han transformado en una ópera con todos los ingredientes para ser un hito de la creación contemporánea. El resultado se podrá ver por primera vez en España este mismo viernes, en el Gran Teatro del Liceo. En abril, recalará en el Teatro Real. Se trata de una coproducción internacional que involucra a siete teatros distintos, entre los que se cuenta la Roya Opera House de Londres. Para el director musical del Gran Teatro del Liceo, Josep Pons, la importancia de este estreno radica en que «Benjamin es uno de los grandes, de los inmensos del panorama actual». «Su maestro, Olivier Messiaen, dijo de él cuando tenía 20 años que desde Mozart no ha habido un talento tan grande como él», añadió Pons. Su anterior ópera, 'Written on skin' cosechó un éxito sin paliativos en el circuito internacional. El director artístico del teatro barcelonés, Victor García de Gomar, calificó de «heroicidad» que se suba el telón de una nueva ópera en plena pandemia, y señaló que de esta manera se pone un peldaño más en la tradición liceística de «presentar grandes obras del repertorio pocos años después de su estreno, como se hacía en la época de Bellini, Verdi, y Donizetti». George Benjamin, que participó a distancia en la presentación de la producción, dejó entrever en sus intervenciones la atención que pone en los detalles. Preguntado por su personaje favorito de la obra, aseguró que como compositor no prefiere a ninguno por delante de otro. Solamente admitió sentir «una gran empatía por la reina», matizando a renglón seguido: «pero es la misma empatía que tengo con el el tercer clarinetista o el cuarto violista de la orquesta». El éxito de su anterior ópera, asegura, no ha pesado a la hora de escribir otra. «Cuando escribo soy intransigente conmigo mismo para que cada detalle esté lo mejor posible, y esto es suficiente preocupación como para pensar en nada más», bromeó. En la escenografía de Katie Mitchell, el juego de poder y erotismo se ubica en un lujoso apartamento de Nueva York, subrayando la validez contemporánea de la reflexión de fondo. «Son noventa minutos de gran intensidad, una oleada de música que hay que venir a disfrutar sin prejuicios», aseguró García de Gomar.
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