
Natalie Portman , nacida hace 39 años en Jerusalén bajo el nombre de Neta-Lee Hershlag, es una de las pocas actrices reconocidas con los cuatro grandes premios cinematográficos (Oscar, Globo de Oro, Bafta y Sindicato de Actores) por el mismo papel:la sublime y atormentada bailarina Nina Sayers de «Cisne negro». En ella, el rigor intelectual y la condición de estrella del cine están bien hilados. Como norma, es de las más elegantes sobre la alfombra roja; como singularidad, es políglota –además de inglés y hebreo, sus lenguas maternas, habla francés, japonés, alemán y árabe–, está licenciada en Psicología por la Universidad de Harvard, ha publicado artículos en diversas revistas científicas y ha sido ayudante de investigación de Alan Dershowitz , uno de los abogados constitucionalistas más prestigiosos de EE.UU. Era cuestión de tiempo que se aventurara en la literatura. Eso sí, lo ha hecho de una manera menos elevada de lo que algunos esperaban de ella, aunque en un género que siempre es un desafío: el cuento infantil. Durante el confinamiento de la pasada primavera, invirtió buena parte de su tiempo en escribir relatos para niños pensando en sus propios hijos: los pequeños Aleph (nombre con resabios borgianos) y Amalia, ambos fruto de su matrimonio con el coreógrafo francés Benjamin Millepied. «Fables» («Fábulas») acaba de salir al mercado en EE.UU. y en él le da una vuelta a clásicos como «La liebre y la tortuga», «Los tres cerditos» y «Ratón de campo y ratón de ciudad». Y como no hace nada a medias, participó en el diseño e ilustración de la obra, a cargo de Janna Mattiay. «Ha sido una experiencia muy positiva y gratificante», explica en un encuentro digital con los medios. Una insensatez Cuenta la ahora escritora debutante que cuando nació su hija Amalia (3 años), a casa le llegaron muchos libros «infantiles» como regalo para su nuevo retoño, en los que se cuestionaba el patriarcado. A Portman le parecía una insensatez pretender abordar con una cría el concepto de misoginia institucionalizada. «Los libros dirigidos a mi hija eran muy diferentes a los dirigidos a mi hijo Aleph, que eran sobre ladrones comilones y cosas así. Quería historias clásicas para leerles a ambos y, al tiempo, historias que reflejaran el mundo de hoy», dice. Así pues, los estereotipos de género, las películas de la saga «Star Wars» y el objetivo de que sus hijos se comieran sus verduras, le animaron a escribir: «Soy una ávida lectora y he creado mi propio club de lectura, pero nunca tenía tiempo para escribir. Cuando me vi encerrada en casa, decidí desarrollar mis propios relatos». El tema del género y hacia dónde camina la sociedad de nuestro tiempo tendrán mucha actualidad, pero Portman cree que los más pequeños no deben recibir ese tipo de información sin antes madurar. «Hay que pensar en lo que es apropiado para cada edad. Los niños no nacen sabiendo los obstáculos que se van a encontrar y no quería que mi hija de 3 años pensara por adelantado a lo que va a tener que enfrentarse por ser una niña. Mis historias tienen protagonistas de todos los géneros, antecedentes y habilidades», apunta la actriz. «Eso sí, creo que si solo empatizas con los personajes masculinos, eso acaba influyendo a los niños y niñas de una manera negativa». Una tortuga, tan lenta como paciente, se convierte en la heroína de la historia; una loba que amenaza a los tres cerditos, como metáfora del cambio climático; una casa sostenible que sobrevive a los embates de una fiera hambrienta... son protagonistas de unos relatos que, según Portman, demuestran que los niños, sea cual sea su origen, se identifican con los animales». En las estanterías de la casa de Natalie Portman en California se apilan cientos de volúmenes, pero no es un secreto que entre los libros que más le han marcado figuran «Pastoral americana», de Philip Roth; «Libertad», de Jonathan Frazer; «Un árbol crece en Brooklyn», de Betty Smith; «Una historia de amor y de amistad», de Amos Oz, y «El diario de Ana Frank», tal vez la lectura que más le impactó. Y reconoce: «Leer fue un escape durante el confinamiento». .
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