sábado, 28 de noviembre de 2020

«Quercus», de Rafael Cabanillas, el último fenómeno literario sobre la España vaciada

Corría el año 1980 cuando un joven estudiante de Magisterio de tan solo 19 años llegó como maestro a los Montes de Toledo, un lugar al que ahora ha vuelto en forma de novela. Con el título «Quercus. En la raya del infinito» (Editorial Cuarto Centenario), Rafael Cabanillas (El Carpio de Tajo, Toledo, 1959) rinde un homenaje a esta comarca que tan bien conoce. Una obra con la que está cosechando muy buenas críticas y que se ha convertido en todo un fenómeno literario. De hecho, la han llegado a comparar con «Intemperie», de Jesús Carrasco, o incluso con «Los santos inocentes», del maestro Miguel Delibes, del que se cumplió el pasado 17 de octubre el centenario de su nacimiento. El aniversario casi coincidió con la salida al mercado de la segunda edición del libro del escritor toledano, que pretende convertirse en un símbolo de la recuperación de la memoria de la España vaciada. Rafael Cabanillas llegó hasta los Montes de Toledo gracias a sus buenas notas, por las que consiguió una plaza de acceso directo, sin necesidad de opositar, para dar clases en San Pablo de los Montes. Luego estuvo en una escuela unitaria de Robledo del Buey, pedanía de Los Navalucillos, en la que enseñaba a unos pocos alumnos, hijos de los guardas de las fincas y de los cazadores furtivos que se buscaban la vida en una época tan difícil. «Los niños se querían y jugaban juntos, pero sus padres se odiaban y eso caló en mí como la lluvia fina», subraya el autor de «Quercus». En esos primeros años de la recién estrenada democracia, el profesor era considerado una figura preeminente en la sociedad española, y más en el ámbito rural. Es por ello que disfrutaban de ciertos «privilegios», como el que Rafael Cabanillas se encontró en la denominada «casa del maestro», la única de esos lares que disfrutaba de agua corriente, mientras que el resto de vecinos tenían que conformarse con el agua que salía del caño de una fuente pública. Estas son las vivencias que cuenta a ABC el autor de «Quercus», donde recoge una serie de historias durante los años del hambre, es decir, justo los posteriores a la guerra civil española y en los primeros años de la dictadura. Con Abel como protagonista de la novela, Cabanillas narra las dificultades que todos esos pueblos y aldeas vivieron debido a las privaciones que sufrieron por los intereses espurios de unos pocos potentados del régimen franquista. Éstos se aprovecharon del modelo latifundista para exprimir a unos aldeanos que sobrevivían como podían. Unos hechos que supusieron en muchos lugares el germen de la España vaciada y del éxodo rural hacia los grandes núcleos urbanos. Naturaleza y costumbres Pero la novela es también una oda a la naturaleza y a las costumbres de esta comarca, algo que se aprecia en el uso de un rico vocabulario relacionado con el terruño. En sus páginas se pueden encontrar términos como «currucanero» para referirse a los tratantes de ganado, «espesinar» o monte muy espeso, «postuero» como claro en el monte donde sestea el ganado, «gabato» para nombrar a un ciervo de unos meses, «vareto» o ciervo de un año y, entre otros, «macareno» para llamar a un jabalí de gran tamaño y colmillos. Vocablos que Rafael Cabanillas no sólo aprendió de los vecinos de los pueblos donde dio clase, sino también de su propio padre, su otro maestro y también cazador en sus ratos libres, quien le enseñó en casa y en la escuela a amar el campo, una pasión que inculcaba a alumnos como él al llevar todos esos saberes cinegéticos a los problemas matemáticos y a los dictados que escribían en clase. Esas palabras tan peculiares usadas por el autor de la novela, sumadas a una descripción detallada de paisajes, hacen al lector situarse en los mismos escenarios que recorren Abel y el resto de personajes de «Quercus»; incluso apreciar el olor de las jaras y romero, saborear las comidas tradicionales de la comarca o escuchar cerca la berrea de los grandes ciervos de los montes con su cornamenta en alto. Unos lugares y unas sensaciones a las que el escritor y profesor de instituto, ahora jubilado, vuelve una y otra vez. Porque, aunque vive en Ciudad Real, cuando tiene posibilidad se escapa hasta los valles y caminos desde los que se divisan la flora y la fauna típica que puebla los Montes de Toledo, con el Rocigalgo -único topónimo real que aparece en la novela- en lo más alto. Rafael Cabanillas, en los Montes de Toledo, con el pico Rocigalgo al fondo«Ahora somos seres urbanos, pero con la pandemia del coronavirus nos hemos dado cuenta de que la aldea es un refugio, es como volver al útero materno», afirma el autor toledano, que hace la siguiente reflexión: «Lo que antes era el agua corriente en las casas de los pueblos ahora lo es internet, un servicio que, si no llega en condiciones a estos lugares, no podrán salir adelante». Una idea, la de la lucha contra la despoblación, que ha tenido siempre clara Rafael Cabanillas, que también fue director general de Turismo y Artesanía del Gobierno de Castilla-La Mancha entre 2004 y 2008, cuando José María Barreda era presidente. En este periodo consiguió poner en marcha una red de casas rurales en la región, que pasó de 180 establecimientos a unos 1.500 hospedajes de máxima calidad al final de su mandato. Un guiño a Miguel Delibes Pero volviendo a «Quercus», que es su décimocuarta obra y, sin duda, la más importante, el escritor toledano se muestra muy contento, «incluso asustado», por el éxito que está teniendo tanto entre los lectores —de los que ha recibido unos 200 correos electrónicos felicitándole— como entre la crítica, que le ha llegado a comparar con el mismísimo Delibes. De hecho, Cabanillas hace un guiño al «gran maestro» al omitir en su relato los puntos y aparte, al igual que el autor vallisoletano hizo en «Los santos inocentes», escrita sólo con comas. Todo ello, envuelto en una segunda edición que la editorial Cuarto Centenario, de raíces toledanas, ha cuidado hasta el más mínimo detalle, como evidencia una tinta y un papel respetuosos con el medio ambiente, una tipografía nueva, letras en relieve y brillantes en la portada, así como ilustraciones de las plantas y árboles típicos de los Montes de Toledo al principio de cada capítulo. Quizá, por eso, este libro se codea con las obras de las potentes editoriales en las estanterías de las librerías y de grandes superficies comerciales como El Corte Inglés o La Casa del Libro. Con todos estos ingredientes, el escritor toledano ha elaborado una extraordinaria novela con la que, según dice, quiere «romper un horrible maleficio: ser profeta en mi tierra». En este sentido, compara su obra con la de otro gran autor y premio Nobel de Literatura en 1998, el portugués José Saramago, quien en «Levantado del suelo» hace un homenaje al esfuerzo del campesinado pobre de la región portuguesa del Alentejo para extraer del suelo, mediante su duro trabajo diario, el fruto de una tierra que no es suya, sino que pertenece al señor. «Pues bien, yo espero que “Quercus” se convierta en un símbolo de los Montes de Toledo y de mi tierra», asegura Rafael Cabanillas, quien recuerda con nostalgia sus años como maestro en esa comarca utilizando una frase muy manida pero muy cierta: «El hombre que olvida sus raíces no tiene futuro».

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