sábado, 26 de septiembre de 2020

Rafa Nadal, a por el 12+1

París, tan soleado y brillante cuando llega cada año Roland Garros, acogerá este año el Grand Slam con colores de otoño. Atípico el panorama por el coronavirus y por su situación en el calendario. Ya comenzado en su fase previa y con finalización el 11 de octubre, días más cortos y temperaturas más bajas. Pero seguirá la constante que lo ilumina cada primavera: un Rafael Nadal luchando por alcanzar otro imposible. En esta ocasión, su decimotercer título en la Philippe Chatrier. El balear, como todos, se adapta a las condiciones obligadas en este 2020 raro en el que nada es como años anteriores. Desde el torneo de Acapulco, donde logró el título, no pisó ni una pista de tenis en un torneo hasta el pasado 16 de septiembre en el Masters 1.000 de Roma. Y después de 200 días de ausencia el rodaje costó. Fueron dos buenos partidos ante Pablo Carreño y Dusan Lajovic y una derrota ante un soberbio Diego Schwartzman que lo dejan falto de preparación, tanto en el aspecto competitivo como en el de ganador, en comparación con otros años en los que ya a estas alturas de la temporada de tierra sus piernas y sus efectos volaban sobre el albero y sacaba lustre a trofeos en Barcelona, Montecarlo, Mutua Madrid Open o el propio Foro Itálico. Sin embargo, Nadal siempre será Nadal en Roland Garros. Favorito en cualquier circunstancia porque parte de su ADN se queda cada curso impregnado en sus paredes desde que lograra la primera Copa de los Mosqueteros en 2005. Y han pasado 16 años sin que se haya producido más alteración que la del número de su mordisco. Tendrá varios retos en este curso, es cierto, y no solo los rivales. «En los años que he jugado en Roland Garros esta es la vez que las condiciones son más negativas: de juego, de ambiente, de clima, de bolas», aseguró en la previa. Porque son nueve grados, lluvia día sí día también, y una pelota nueva que complica todo mucho más. «Me entrené con ella en Mallorca en verano y era lenta, aquí con frío es como una piedra. Los partidos pueden ser casi más largos que antes. Cuesta mucho ganar puntos. Se hace pesada, cuesta que coja los efectos. Es la primera vez que esta marca [Wilson, en sustitución de Babolat] hace una bola para Roland Garros y creo que hay muchas cosas que mejorar. El torneo tendrá que revisar después porque supongo que la salud de los jugadores está por encima de todo y esta bola es un poquito peligrosa para hombros y codos», expuso el balear ante los medios. Echará de menos, sobre todo, un clima mejor. Y también el de ambiente y colorido que llenaba las gradas. «Para jugar un torneo al aire libre, estamos en una situación límite. A 9 grados, al cuerpo le cuesta un poquito; lloviendo casi cada día, con frío, con viento... Echaré de menos unas condiciones de juego un poquito más razonables para un torneo de tierra, bola y demás», reiteró el 2 del mundo. Sin embargo, lo dará todo por adaptarse a las circunstancias y trabajarse opciones de éxito. «Lo que no puede fallar es mi ilusión, mi actitud y mi predisposición de aceptar todos los retos que se presenten e ir superándolos cada día con conocimiento de que las condiciones no son las ideales». Los entrenamientos, explicó, han ido bien, pero todo se verá a partir del lunes, cuando se enfrente con el bielorruso Egor Gerasimov (83 del mundo en la clasificación ATP). Será el primer paso para calibrar su puesta a punto en un Roland Garros gris y bajo techo, que ya ha estrenado el mallorquín en los entrenamientos, con el fin de adecuarse lo antes posible al eco de sus pelotazos. Capacidad de adaptación «Estas condiciones son mas favorables para unos jugadores que para otros. El que tenga más capacidad de adaptación tendrá más opciones de éxito. Yo estoy haciendo lo que puedo por tener esas opciones», prosiguió Nadal. Porque el decimotercer mordisco en París también será una cifra con la que alcanzará a Roger Federer, y sus 20 Grand Slams, en la carrera por ser el mejor de la historia. Y con años y ganas de superarlo. Pero, además de estos condicionantes adversos, los rivales. Que no tendrán ningún problema en destronar al rey de la tierra en cuanto se despiste un poco. Novak Djokovic asoma el diente después de un frustrado US Open en el que fue descalificado por un pelotazo a una juez de línea y con el título en Roma. Además, nunca lo ha escondido, no quiere perder más oportunidades de sumar Grand Slams y alcanzar al balear y al suizo. A dos del primero, a tres del segundo. Pero también ha dado un paso al frente, por fin, la nueva generación. Líder absoluto, un Dominic Thiem que ya es grande entre los grandes, pues se coronó en el US Open, ante un Alexander Zverev al que le faltó muy poco para dar el golpe definitivo en un torneo de dos semanas y muestra que tiene todo en su sitio para triunfar. Ambos circulan por el lado del español, con un posible choque en cuartos con el alemán, y en unas hipotéticas semifinales con el austriaco, finalista en París en 2018 y en 2019. En ambas ocasiones cayó contra el número 2 del mundo, pero de una a otra dio un salto de calidad y confianza rubricado en Nueva York. No le preocupa el clima a Garbiñe Muguruza, contenta con su actuación en Roma, donde perdió en tres sets en semifinales con Simona Halep, y con ganas de empezar en París. «Cuanta más experiencia tienes, sabes manejarte mejor. Este año es mejor que años anteriores. Solo aprendo de lo que no funcionó, lo que funciona ahora. Creo que estoy en un buen lugar para estirar todo lo que pueda el buen tenis». Debuta contra Tamara Zidansek.

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