
Ha sido algo personal que se ha vuelto algo político. Ha sido una historia de amor que se ha vuelto tóxica. Carles Puigdemont, en la distancia y en las inseguridades que crea la distancia, sólo quiere estar rodeado de asistentas. El PDECat se ha desvivido por ayudarle y patrocinarle los últimos 5 años, desde que sucedió a Mas en la Generalato, pero el forajido no ha perdido ocasión de humillarles. «Mi espacio político» -les dijo en la conversación que llevó a la ruptura- «va desde la CUP hasta lo más convencidos del PDECat y el resto no me interesa». El que lleva más de 40 años militando en Convergència -desde las juventudes- dice ahora que no quiere que la Historia la considere el heredero de Pujol y de Mas, en referencia a sus casos de corrupción. La realidad es que desde que se fugó a Bélgica, en lugar de defender la independencia que había declarado, ha sido el PDECat quien fundamentalmente le ha mantenido, con su dinero, el de sus «casos» y el de sus militantes. No sólo a él: también a los presos Josep Rull, Jordi Turull y Quim Forn. El partido calcula que se ha gastado en sus necesidades un total de 2 millones y medio de euros y ha asistido con asombro y tristeza tanto al portazo de Puigdemont como a la deslealtad de los condenados. «Yo nunca la haré pública, pero si leyeras la carta de despedida de Josep Rull es que no te la creerías», asegura uno de los negociadores del PDECat. El desprecio personal, «el frustrante trabajar muy duro cada día y muchas veces sin saber exactamente para qué» está en el corazón de esta ruptura. El ninguneo de muchos personajes que tomados uno a uno es cierto que no son de primera fila, pero que unidos alrededor de un partido cuya principal fuerza es la suma de concejales y alcaldes, ha causado un grado de ofensa y de recobrado orgullo que le ha permitido al PDECat sobrevivir a la escisión con más entereza de la que creía. Ha retenido a unos 200 alcaldes, a más de 2.000 concejales y sobre todo a Artur Mas, que aunque ha expresado su deseo de no ser candidato, es un referente para muchos que con el radicalismo de Puigdemont nunca se sintieron identificados. Lo que por el carisma del fugado habría podido suponer una desbandada, se ha convertido en una discreta fuga que el partido cifra en «no más del 20 por ciento». El expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol, le expresó por carta su opinión sobre la ruptura y le hizo el paralelismo con Unió, de Convergència i Unió. «Yo sin Unió» -le escribió - no habría podido ganar las primeras elecciones [en referencia a las autonómicas de 1980]. No creo que tú ahora puedas ganar sin el PDECat». Es poco probable que Pujol tome partido públicamente, pero ha telefoneado a sus «habituales» para que continúen «ayudando» al PDECat, para asegurar la viabilidad del partido. Más de fondo, y también en forma de desprecio, está la discrepancia de Puigdemont con su ya expartido sobre el grado de respeto que merecen las instituciones políticas catalanas. Si Puigdemont no se cansa de repetir que «el parlamento de Cataluña es como el de Murcia» y que «la Generalitat es una feria ambulante» el PDECat, que es la misma Convergència de toda la vida a la que también Puigdemont ha pertenecido las últimas cuatro décadas, recuerdan que «nosotros hemos estado siempre en las instituciones, y por lo tanto las respetamos y las valoramos». Puigdemont está cada vez más solo. En cada escisión, la sorpresa está más en el número de personas que no le siguen que en las que saltan con él al vacío. Ya en 2017, fue el primer candidato de Convergència en 37 años que no ganaba unas elecciones al Parlament en votos o en escaños: fue derrotado por Inés Arrimadas. Las encuestas son hoy todas favorables a Esquerra, aunque no sería la primera vez que Esquerra gana en los sondeos y Puigdemont en las urnas. Sin tener que ganar -ni aspirar de momento a ello- las próximas elecciones autonómicas, el PDECat maneja encuestas internas que le dan entre 6 y 7 diputados, aún sin haber anunciado su candidato, que será la exconsejera de Empresa y Conocimiento, Àngels Chacón, y precisamente por ello, Quim Torra la ha echado del Govern. Estos 6 o 7 diputados podrían decantar el tipo de futuras alianzas que se establezca en Cataluña, y en estos momentos el PDECat se siente mucho más cómodo y bien tratado por Esquerra y por los socialistas que por la «distante tiranía» del líder al que tanto amaron.
De España https://ift.tt/35URHz8
0 comentarios:
Publicar un comentario