miércoles, 29 de enero de 2020

Valdebebas, ciudad fantasma: «Estamos hartos de no tener servicios públicos y pagar precios desorbitados»

El viento azota sin piedad las amplias avenidas de Valdebebas, donde sobran solares desangelados y faltan edificios. El desarrollo urbanístico de esta zona residencial, al norte de la capital, comenzó en 2011, pero no termina de alcanzar su esplendor. Ya residen alrededor de 20.000 vecinos y todavía escasean los servicios y comercios. «Faltan colegios y un centro de salud, aquí hay muchos niños», declara una vecina, que vive desde hace dos años en el barrio, mientras empuja un carrito de bebé. Cuandro abrió sus puertas el único colegio público de Valdebebas, en 2017, recibió 200 solicitudes para ocupar casi un centenar de plazas. Entonces, la Comunidad de Madrid ofertó un segundo centro, del que aún no hay piedra sobre piedra —el solar en cuestión es un páramo—. La demora también asoló la construcción de la guardería municipal, que se inauguró, en mayo del pasado año, tras cinco meses de retraso. Y sus 156 plazas no son suficientes para los cerca de 4.000 menores de la zona. La necesidad de un ambulatorio es otra de las exigencias del vecindario que viene de largo. «Me tengo que ir a Hortaleza con el coche», se queja un vecino, padre de dos hijos, que se mudó a Valdebebas hace seis años. Las otras opciones, además del centro de salud de Hortaleza, a unos 5 kilómetros de distancia, son los de Sanchinarro (4,6 km) y Barajas (6,2 km). Ocurre lo mismo con el hospital de referencia, el Ramón y Cajal, que dista 8,7 kilómetros de Valdebebas. Este hombre tilda la situación de «surrealista», máxime cuando pagan «un IBI [Impuesto sobre Bienes Inmuebles] desorbitado, más alto que en el barrio de Salamanca, y faltan servicios y muchas cosas», critica. Más negocios Con todo, Valdebebas no es lo que era. En el último lustro se han levantado más bloques de viviendas y, sobre todo, ha despertado la actividad comercial. «Todo esto antes no estaba», comenta otro transeúnte, mientras señala a su alrededor, en plena avenida de Juan Antonio Samaranch. Esa calle, bajo las fachadas impolutas de los pisos, acumula el grueso de los negocios: varios restaurantes, un salón de belleza, una clínica dental, un gimnasio y alguna tienda de alimentación. No obstante, «aunque hay intención de abrir negocios, es complicado, porque los precios son prohibitivos», señala una empleada de una hamburguesería. De hecho, abundan los carteles de «se alquila» que no han logrado seducir a ningún inquilino. Así, con esta lenta, aunque inexorable, evolución, los residentes mantienen sus críticas. «Faltan comercios y tiendas de barrio», dice una. «No tenemos ni iglesia», añade otra. Descontento que se extiende, además, a la seguridad. Esta misma semana, la presidenta de la asociación de vecinos de Valdebebas, Mirta Veiga, acudía a la Junta de Distrito para trasladar «los riesgos por la falta de personal de Policía». Como el resto de prestaciones, la comisaría de la Policía Nacional y la unidad de la Municipal del distrito se encuentran a más de 4 kilómetros de distancia, en Canillas. «Antes no había ni un coche policial; nos quejamos y ahora ves alguno», explica una vecina, que recuerda una época en la que se produjo algún robo de piezas de vehículos. La conexión de esta «ciudad desértica», en palabras de una cartera, con el resto de la capital también está por resolver. «No llega el Metro», lamenta una vecina. Apenas cuentan con tres líneas de autobuses —una de ellas, nocturna—, que parten desde Mar de Cristal y Plaza de Castilla, además de una estación de cercanías. Un «buen empujón» Pese a sus carencias, la última administración ha dado «un buen empujón a cosas pendientes», asegura a ABC la presidenta de la asociación de vecinos. Un «éxito», en sus palabras, si bien reconoce que aún quedan «un montón de cosas por hacer». En total, ya se han ejecutado más de 6.000 viviendas, y otras 5.000 están en desarrollo o pendientes de ejecución. Además, en diciembre del año pasado se cerró una de las mayores operaciones inmobiliarias del mercado: un enorme centro comercial –el más grande del norte de Madrid– que ocupará 150.000 metros cuadrados de la pastilla comercial de Valdebebas. Así, los residentes son optimistas. «Va teniendo más vida», reconoce una vecina, que se ha percatado del cambio en apenas un año. «Ha mejorado», asevera un matrimonio mayor, vecinos desde hace tres años. «Ha habido un cambio brutal», insiste otra mujer. Mientras tanto, el golpeteo constante de las obras invade el ambiente y las grúas, símbolo de un despertar tardío, plagan el horizonte, allá donde alcanza la vista. Todo ello para que, en un futuro, más de 35.000 personas habiten Valdebebas.

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