jueves, 30 de enero de 2020

Muguruza, de las lágrimas en el Kilimanjaro a la final de Australia

Por mucho que se busque, no hay milagros en esta regeneración de Garbiñe Muguruza, pero sí un evidente cambio de actitud para revertir una tendencia alarmante. La española ganó Roland Garros en 2016, Wimbledon en 2017 y ese mismo año llegó a ser número uno, consagrada como la campeona que todo el mundo imaginó. Sin embargo, llegó a colapsar y se quedó completamente estancada, escasa en la autocrítica y en la búsqueda de soluciones, y tuvo un descenso que le alejó de la zona noble del tenis, que es donde realmente se le debe encontrar por todas sus virtudes. Para lo bueno y para lo malo, Muguruza es una bomba y necesitó verle las orejas al lobo para tomar una decisión drástica, romper con Sam Sumyk y volver a trabajar con Conchita Martínez, con quien siempre se ha llevado de maravilla y con la que ganó Wimbledon cuando la aragonesa suplió al entrenador titular, de baja entonces por asuntos personales. «Necesitaba un nuevo punto de vista, empezar un nuevo ciclo. Se cerró uno muy exitoso y en este espero volver a estar donde estuve», explicó en noviembre a ABC poco después de regresar del Kilimanjaro. Aunque su expedición a Tanzania no tuviera nada que ver con el tenis ni con la necesidad de limpiar la mente, ese reto, esos momentos de soledad, ese silencio y esa exigencia despertaron una necesidad en Muguruza que ha sabido trasladar a las pistas. Ella, que siempre había escogido la playa para sus vacaciones, se enfrascó en una aventura que le llevó al límite. «Cruzamos cascadas, ríos helados, cuevas, acantilados y lo más difícil: noches heladas. En algún momento, estaba llorando cuando mi guía me dijo que no mirara la caída libre de 300 metros». Cambios en el equipo La caraqueña es una deportista muy activa, aunque admite que estos días, en Melbourne, está de lo más aburrida. Se hospeda en el Crown, a un paso del Yarra, y no hay anécdotas ni nada especial en su día a día, ni siquiera visitas culturales como de costumbre. A Muguruza le gusta mucho descubrir las ciudades, sus tradiciones, ir de museos y conocer restaurantes, pero esta semana se ha puesto en modo competición y se limita a cenar con su equipo y poco más. Ahí, en sus nuevos compañeros de trabajo, hay que encontrar el motivo de esta resurrección. Más allá de Conchita Martínez, a Muguruza le acompañan Santiago de Martino (preparador físico) y Cathrin Junker (fisioterapeuta que ya estuvo el año pasado), aire fresco para el vestuario. Cuentan que está por fin relajada y que se ha preparado como tocaba, pues es la primera vez en años que no se lesiona o no sufre un problema físico en Melbourne. Hay nuevos ejercicios que le motivan y ya no se entrena desde la provocación y el desafío permanente de antes. Ha creado su línea de joyas, se ha sacado dos títulos de buceo y sigue teniendo tirón entre las marcas.

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