martes, 28 de enero de 2020

Una deuda sospechosa, la mentira del cuidador de la perra Pocahontas

Lejos de las cámaras, el adiestrador de Pocahontas, Alfonso García, guardaba un secreto. El secuestro de la perra, una labrador retriever que iba a ser entregada a una niña de 15 años con movilidad reducida, cuando entrenaba con este a la altura del paseo del Deleite (Aranjuez), le hizo saltar al primer plano mediático. Entre lágrimas, desgranaba el momento del ataque en un paso de cebra muy próximo a la entrada del «parking» de un centro comercial. Al menos, en su primera versión, puesto que, al advertir de la posible presencia de cámaras de videovigilancia en esta zona, cambió de lugar y trasladó el suceso a un espacio más retirado. Este giro de guión hizo sospechar de inmediato a los investigadores. Pero no fue la única causa: cuatro individuos de etnia gitana, uno de ellos armado, subidos en una furgoneta sin matrícula en la parte trasera... La historia parecía tan «perfecta», que hacía agua por todos lados. Por ello, los agentes encargados del caso pusieron a Alfonso bajo seguimiento apenas dos días después de denunciarse la desaparición de la perra. De forma paralela, la Brigada Local de Policía Judicial y la Guardia Civil trabajaban conjuntamente para dar con su paradero, sin revelar la hipótesis manejada. Un hecho del que solo eran conscientes algunos trabajadores de la Fundación Bocalán, encargada de entrenar a Pocahontas para ayudar a personas en situaciones de discapacidad o desventaja social. «Había cosas que no nos cuadraban y se lo comentamos a la Policía», explica su presidente, Teo Mariscal, en conversación telefónica con ABC. Pese a que la coincidencia de ambas interpretaciones conducía al mismo objetivo, ninguno de los implicados podía precipitarse para no dar al traste con la búsqueda del animal. Una semana después de que el cuidador presentase la denuncia, los agentes encontraron al can escondido en su domicilio, por lo que procedieron a su detención, acusado de una presunta simulación de delito. Ya bajo arresto, Alfonso declaró que el secuestro con pistola no fue tal; si bien los individuos de etnia gitana a los que señaló sí se llevaron a Pocahontas. El motivo era la supuesta deuda -algunas fuentes apuntaban ayer a un asunto de drogas- que este habría contraído con los falsos captores. Con la bola cada vez más grande, el adiestrador logró reunir el dinero con ayuda de familiares. Después, llegó el intercambio, siempre según se relato. Malas condiciones La teoría de que Alfonso mantuviera a la perra en su casa desde el primer día pierde fuelle dadas las malas condiciones en que esta fue hallada: sucia y con evidentes síntomas de maltrato emocional. «Tiene pinta de haber estado atada en un poblado», incidía el presidente de la fundación, consciente de que gran parte del trabajo realizado antes de ser entregada a una familia malagueña se ha perdido: «Esperemos que para dentro de un mes pueda empezar a ayudar a la niña». El camino no será fácil, ya que estos animales, preparados para abrir puertas, encender luces o ayudar a vestirse a una persona, necesitan de un entrenamiento continuo, más si cabe, en el último mes, donde Alfonso fue contratado para adiestrarla las 24 horas. A sus 26 años, el joven había colaborado con varias protectoras, además de la Fundación Bocalán. «Era la primera vez que trabajaba con un perro en su casa», resume Teo, quien, más allá de lo acontecido, no duda de su capacidad como instructor. Hasta ahora, cuyo secreto más escabroso ha sido descubierto: «No creo que nadie más le vuelva a contratar».

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