jueves, 30 de enero de 2020

Incertidumbre por el futuro del cuerpo de la vidente de El Escorial: «No tiene sentido que siga allí»

Pese al frío y las lluvias intermitentes, el día de ayer en El Escorial amaneció despejado. Al menos, lo suficiente para poder observar, desde el exterior de la finca privada de Prado Nuevo, la demolición de la capilla construida por la vidente Luz Amparo Cuevas ocho años atrás. Custodiados por agentes de la Guardia Civil, que cerraron el espacio en previsión de posibles incidentes, los operarios ejecutaron el desmantelamiento, haciendo cumplir la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) de octubre de 2017, en la que se ratifica la ilegalidad de la infraestructura levantada por la conocida como «la vidente de El Escorial». Alrededor de una quincena de partidarios y detractores acudieron hasta las inmediaciones para contemplar a lo lejos el trabajo de los obreros. Aunque la calma marcó la escena, el presidente de la Asociación de Víctimas de las Supuestas Apariciones de El Escorial, Juan Carlos Bueno, recriminó a los adeptos su presencia «para defender a una sinvergüenza y su familia, que lo único que han hecho es aprovecharse de la gente». «No os dais cuenta que todo era un cuento. Cómo habéis podido aguantar cuarenta años durmiendo aquí en literas, mientras las hijas de la vidente lo hacían en un chalé», recriminaba a dos ancianas. Del otro lado, el silencio fue la única respuesta. El Ayuntamiento de El Escorial aprobó en junio de 2019 el desmontaje de la capilla, después de no prosperar los recursos presentados por sus seguidores y el propio Consistorio de la localidad en el año 2016. «Lo único que estamos haciendo es cumplir escrupulosamente con la Ley», explican fuentes municipales. Los afines congregados ante la puerta tienen claro que el derribo se debe a una guerra política y rechazan que las actividades acaecidas allí dentro sean propias de una secta. Una afirmación replicada desde el otro bando, que aluden a la persuasión psicológica para la captación de fieles, a los que manipulan hasta quedarse con todas sus pertenencias y no dejarles salir. «Cinco mujeres se han escapado tras descubrir el engaño al que estaban sometidas», relataba Javier Bueno, hermano de Juan Carlos y vicepresidente de la asociación de víctimas. «La última chica se marchó hace nueve meses gracias a su hermano y a la colaboración de la asociación», añade, en relación a una huida que, según sus palabras, evidencia el grado de control al que están sometidos los internos: «Cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando allí dentro, logró llamar a su hermano e idear un plan de fuga». La «novicia» -como se conoce a las fieles que residen dentro de la organización- aprovechó un momento para salir a tirar la basura y se montó en el coche de su familiar, que le esperaba con el motor en marcha. A la espera de lo que pase con el sarcófago, anexo a la capilla, donde están los restos mortales de la vidente, los obreros lo retiraron unos metros para evitar daños en su estructura. Lo que nadie sabía ayer es si una vez concluida la demolición, el féretro volverá a su emplazamiento o, por el contrario, será trasladado a otro lugar. «El catafalco no forma parte de la licencia revocada por la Justicia, sino de una autorización posterior de enterramiento singular que les concedieron», subrayaba Mariano Rodríguez, quien fuera alcalde de la localidad entre 1991 y 1995 y representante actual de varias de las asociaciones que conforman la plataforma encargada de presentar el recurso contencioso-administrativo contra el permiso urbanístico de edificación de la capilla. La preocupación de los afectados versa ahora en el posible peregrinaje que pueda producirse en caso de que el cuerpo permanezca a «modo de señuelo». Algo que niegan los partidarios, al tiempo que catalogan este episodio como un ataque de personas a las que no les gusta rezar, ni que lo hagan los demás. «Nadie está obligado a vivir dentro», subrayaba Manuel Serra, apenado por una situación que podía haberse evitado. «O eso creía yo», prosigue, convencido de que aquellos que hablan de secta no saben lo que dicen: «Una secta destruye. Nosotros no».

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