
Josito Aragón lleva 14 mudanzas desde que saliera de casa el 6 de enero. De hotel en hotel, de montaña en montaña, de salto en salto. Así es la vida del rider de snowboard. Y contento, más que nunca, porque ha conseguido un podio (en Serbia) después de dos años de lesiones y porque a principios de 2020 estuvo a punto de firmar su último salto. Una mala caída le provocó la fractura de dos vértebras. Después de haber aprendido a esquiar casi antes que a andar, por primera vez pensó en dejar la tabla. Pero hoy, el granadino no solo ha recuperado la espalda, también las energías y ha dado el mayor salto de madurez de su vida. Ha vuelto a Davos, donde todo ocurrió, para limpiar aquellos malos recuerdos y dibujar en el aire otros nuevos. «He hablado mucho con mi entrenador, de si volvíamos aquí o no. No es nada fácil volver al lugar donde me caí. Porque lo primero que recuerdo es que no me sentía las piernas. He pensado mucho en ello. Pero quería hacerlo, y creo que es lo que tengo que hacer. Volver a saltar aquí y hacerlo bien va a ser mi mayor logro. Mucho más que un podio, porque es un reto personal que voy a superar», explica el rider a este periódico. «Era un día con muy poca visibilidad, con nieve mala. Todo estaba blanco: la nieve y el cielo, y al saltar no se diferenciaba. Aunque tengas muchos kilómetros en la tabla, las cosas siempre pueden ir mal, como fueron ese día. Yo recuerdo... bufff... una sensación que no se la deseo a nadie. Recuerdo un frío increíble. No me sentí las piernas. Y en aquel momento pensé que no quería volver a ver una tabla en mi vida. Aunque me duró dos días», recuerda de aquel momento. Y por el bien de los deportes de invierno españoles, Aragón olvidó enseguida esa decisión tomada entre el dolor de no querer volver a la tabla. Con mucha paciencia, y mucho yoga, el rider se recuperó aprovechando el confinamiento y se animaba día a día con nuevas piruetas que poder realizar una vez volvieran las competiciones. «Si le coges miedo a saltar, malo. Puedes tener miedo a caer mal o a fallar en lo mismo, pero no al hecho de saltar. Y eso se puede trabajar mentalmente», explica el granadino, a quien no le gustan demasiado las alturas cuando no las puede controlar: «En un parque de atracciones, por ejemplo, la montaña rusa no me gusta. Voy agarrado a una cosa que como se caiga voy a seguir agarrado a ella. La tabla sí que la controlo yo». Es lo que ha hecho en este proceso de madurez que parece haberle reconducido hacia las buenas sensaciones. Arropado por un entrenador que le quita presión y con un psicólogo deportivo, vuelve a disfrutar sobre la tabla, imprescindible para ascender en el ranking y para evitar las caídas: «Tengo muchas cicatrices de guerra: espalda, tobillo, clavícula, dedos... pero estas se recuperan. Lo que no se cura, si no sabes cómo, es la mentalidad. El año pasado tuve muchas caídas que me hicieron replantearme si merecía la pena continuar. No estaba feliz. Pero he conseguido cuadrar algunas cosas y ahora tengo un ambiente diferente. Me organizo yo los viajes y estoy más a gusto, disfrutando de estar en la Copa del Mundo. Mi modalidad, el freestyle, se basa en disfrutar para que las cosas salgan bien. Mucho empeño y trabajo, claro, pero las caídas llegan cuando la cabeza no está bien, totalmente. Si estás bien de ánimo, el salto fluye». Logró en Serbia su primer podio en dos años. Una sensación que le da gasolina para continuar. Y también apoyos para costearse una temporada que puede rondar los 50.000 euros y que sube y sube conforme el rider quiere mejorar su ranking: viajes, hoteles, inscripciones, equipo, material, entrenamientos, el pase de cada estación, comida... «Yo estoy muy agradecido a la Federación, a Andalucía Olímpica y a todo el mundo que me está apoyando. Los primeros, mi familia, porque me han ayudado en todo, sobre todo psicológicamente, y sé lo que se sufre. En Serbia, la competición se fue aplazando por mal tiempo y la última ronda se celebró a las 22.45. Cuando llamé a casa mi madre ya se estaba temiendo lo peor. Tan tarde es que algo malo había sucedido», cuenta. Pero ocurrió todo lo contrario, pues le pudo explicar que tenía una plata en sus manos después de una competición en la que demostró lo que también ha madurado en este curso. «Creo que he mejorado mucho en trabajar bajo presión. En Serbia me caí en la primera ronda y las siguientes las tenía que planchar (hacer perfectas) sí o sí porque era lo que me iba a sumar. Supe hablar conmigo mismo, pensar bien los trucos que quería hacer y convencerme de que tenía lo necesario para lograr un buen resultado. Eso me sorprendió de mí». Y ahí está, el podio para seguir soñando con una plaza para los Juegos de Pekín 2022. «Estamos en el camino. Seguramente la consiga con los resultados que estoy teniendo. Hay que estar entre los 40 primeros del ranking, y hay mucha gente buena. Pero estoy trabajando bien», afirma Aragón. No sabe lo que es tener una infancia normal. Porque desde pequeño ha estado siempre enfocado en el snowboard. «Tenemos una casita en Sierra Nevada a 15 minutos de la estación y cada invierno íbamos allí. Empecé en el esquí, pero me pasé al snow y la Federación me ha ayudado desde que soy un enano, cada vez afrontando más competiciones. No sé qué es ir todos los días a clase porque me pasaba una semana sí una no en el Centro de Alto Rendimiento de Sierra Nevada, siempre viajando y siempre con vida sana». Es el único camino para llegar a su objetivo: «Ser campeón del mundo y lograr un podio en los Juegos Olímpicos». En sus ratos libres, pocos, estudia Marketing y creación de empresas, pero el snow no se le va nunca de la cabeza. «Hago una serie de vídeos, 'Time to shine', donde explico mi día a día de las competiciones. Las redes sociales no es que sean imprescindibles, pero sí ayudan a que la gente vea lo que haces, a darte a conocer, es casi tan importante como las competiciones». ¿Cómo se prepara un salto? «Se entrenan en cama elástica, o con colchones que hay en los que caes en blandito. Y cuando te sientes seguro vas incrementando la dificultad, la velocidad, la altura. Observas cómo lo van haciendo los demás, para controlar la velocidad, y comienzas de menos a más. Y así hasta hacer los trucos mil veces para ser consistente, para tenerlos muy asentados, casi automáticos». «Cuando saltas no puedes pensar en otra cosa que en el salto. En cada mortal tienes que mirar dónde estás y dónde tienes que caer. Es algo muy elaborado. La gente ve que saltamos y damos muchas vueltas, pero hay que visualizarlo mucho: tener en cuenta la velocidad, lo fuerte que giras, cuánto tiempo tienes... son muchas cosas. Así que pensar mientras estás saltando...». «Cuando eres joven tienes la agilidad, y tienes la ventaja de que los trucos ya están mucho más asentados y avanzados. En lo profesional ya entras con los trucos actuales. Pero también la edad te da esa experiencia de haber hecho los trucos millones de veces. Entre el Mundial júnior y el absoluto hay una diferencia abismal. Es la Champions League. Es la gente que he visto desde pequeño, mis ídolos». Con los que se lleva bien porque en este deporte todos se conocen y saben que, por mucho que los trucos sean parecidos, cada uno tiene su estilo y son los jueces los que deciden si se ha hecho con la suficiente altura o dificultad. No hay competencia. «Yo ahora estoy en casa de un amigo sueco que también es un rival. Hasta sueco estoy aprendiendo». Volverá a casa a finales de mes, sin haber puesto la ropa en ningún armario de sus 14 casas itinerantes, pero espera que con algún trofeo más en la maleta.
De Deportes https://ift.tt/2ZnxOwa
0 comentarios:
Publicar un comentario