
Llevo años intentándome convencer –por mantener aún alguna esperanza en los catalanes– de que Esquerra encarna la superación del irredentismo aldeano, hipócrita y corrupto en que la Convergència posterior a Pujol se ha instalado. Y que Oriol Junqueras, pese a su independentismo fundamental, puede ser la solución posibilista, pragmática, en la línea del PNV de Ortúzar y de Urkullu, que pese a no renunciar en lo teórico a su Shangri-La, saben cuál es su cometido en lo práctico y nunca se equivocan cuando miden el alcance real de su fuerza. En cambio, Junqueras y Esquerra, fenecen en cada encrucijada y toman por definición el camino que no es. De hecho, si alguien quiere acertar en política catalana, basta con que...
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