sábado, 21 de noviembre de 2020

Viaje al centro de Arrimadas: todo o nada

Inés Arrimadas está dispuesta a jugárselo todo a una carta: la convicción de que en el Partido Socialista, y en el Gobierno, aún hay vida constitucionalista. «Aún queda gente en el PSOE y en el Gobierno», explica personalmente a ABC. Esta idea supone una enmienda a la totalidad a la estrategia de Albert Rivera en 2019 y es, de facto, la construcción de un nuevo partido de centro en España. Arrimadas no está en el mismo lugar, ni con la misma gente que su antecesor, y no viaja en la misma dirección. Su proyecto enlaza con el Ciudadanos de 2015 y 2016: el del abrazo con Sánchez y el pacto con Rajoy, el de Susana Díaz en Sevilla y Cristina Cifuentes en Madrid. Pero rompe radicalmente con el de 2019: el que aspiró a liderar la oposición y huyó como de la tiña de «la banda de Sánchez». A diferencia del proyecto de Albert Rivera, el de Arrimadas es un proyecto político que aspira a influir, no a mandar: «No tenemos que conseguir 120 escaños, ni siquiera 80». Por eso sus barones buscan acuerdos con el PSOE de Javier Lambán en Aragón, o con el de Ximo Puig en Valencia. La pregunta es si Arrimadas es consciente del riesgo que asume al jugar la partida que le plantean la dupla Sánchez-Iglesias. Dicho de otro modo:¿está siendo Ciudadanos capaz de explicar a sus votantes y exvotantes que lo mejor para España es tender la mano a este Gobierno? Dudas. Echemos la vista atrás. Para entender a Albert Rivera conviene tener clara una idea que él y su equipo más cercano interiorizaron en algún momento de 2018: para cambiar las cosas en Cataluña había que gobernar en Madrid, y para gobernar en Madrid había que ganar al PP. Por eso entre las elecciones de abril y las de noviembre pasado trató de presentarse como líder de la oposición. Evidentemente le salió mal. Jugó fuerte y perdió. Yen el camino se quedó un Gobierno PSOE-Cs con 180 diputados que -perdón por la ficción- gobernaría placidamente desde La Moncloa con el único problema de contar con dos gallos en el mismo corral. Nada, si lo comparamos con el actual despiporre de coalición. Así, la primera diferencia entre el proyecto Rivera y el proyecto Arrimadas es que la actual presidenta está dispuesta a jugar la baza de atraer al PSOE a la moderación. «Si Ciudadanos tiene un espacio es hacer lo que nadie más quiere hacer», nos dice. La forma de explicarlo revela que es consciente del riesgo que asume: «Cuando cogí el partido era consciente de lo delicado del momento y del desánimo del votante. Pero tomé una decisión: hacer lo correcto». «Cuando cogí el partido tomé una decisión: hacer lo correcto. Si Cs tiene un espacio, es hacer lo que nadie quiere hacer» Escarbando en las convicciones de Arrimadas irrumpe una mucho más profunda, y que explica todo lo anterior:«Lo mejor para España es un pacto constitucionalista PSOE, PP y Cs. Una vía constitucionalista que orille a los extremistas. Es difícil, pero en Europa lo hemos conseguido». Esta idea se da de bruces con la España polarizada de hoy, pero sin embargo plantea un escenario en el que Ciudadanos sí es protagonista. Casado no cree en los gobiernos de concentración —lo ha dicho una y mil veces— y Sánchez sólo cree en Frankenstein. «La polarización nos va a matar, pero les beneficia a todos», lamenta Arrimadas, dispuesta a dejarse la piel en ensanchar su espacio político entre dos gigantes (o cuatro). Pero no todo es quijotesco en la estrategia de Arrimadas. Hay dos caladeros de votantes donde pescar: el socialista moderado desencantado con Sánchez y el votante de Ciudadanos que se fue a la abstención defraudado con Rivera. Inés Arrimadas cree que en las últimas semanas su mensaje está calando y que el votante premiará su apuesta por ensanchar el centro. «Y si no se premia finalmente, yo habré hecho lo correcto». El todo o la nada.

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