
Hay ciudades en las que pasan «cosas raras», que por destino o casualidad ejercen una transgresión contra la tendencia de lo establecido, al menos, en el deporte colectivo. De acuerdo a esta ecuación han surgido amores tan profundos como el de León con el balonmano, el de Teruel con el voleibol o el de Valladolid con el rugby, algo envejecidos en los últimos tiempos a causa del los nuevos hábitos, la pandemia del coronavirus y porque, cómo no, el fútbol siempre vuelve, y al baloncesto se ha ganado demasiado como para que no importe. Sin embargo, estas «aldeas galas», perseverantes ante los imperios deportivos, han enorgullecido a sus paisanos mapa adelante a base de ganar cuando nadie más lo hacía...
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