
Pedro Sánchez no defrauda. Solo disimula. Lo ha hecho durante meses utilizando a Ciudadanos como cobaya para sus experimentos de alarma perenne mientras enviaba a Pablo Iglesias como correveidile para muñir pactos con aquellos con los que Sánchez siempre quiso pactar… y siempre pactó. Aquellos que le regalaron la moción de censura, los que le invistieron, y los que le garantizarán tres años de «estabilidad» en La Moncloa sin ninguna oposición que le incomode. Ahora sí, sus problemas de insomnio, como su pésima relación vital con la hemeroteca, habrán terminado. Sánchez ya tiene a tiro sus «Presupuestos de país», el feliz eslogan de moda para las próximas semanas, porque aquel otro del «escudo social», tan celebrado, tan épico, ha caducado...
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