
Después de una década en el banquillo del Real Madrid, acostumbrado a sumar éxitos en cada campaña, Pablo Laso se encontró la temporada pasada con el vacío. Por primera vez se fue de vacaciones sin haber levantado la Liga, la Copa o la Euroliga. Un año en blanco marcado por las lesiones y la inesperada marcha de jugadores clave como Campazzo o Deck a la NBA en mitad del curso. Mazazos que no impidieron ver al equipo compitiendo hasta el final. Consuelo que no sirve en el Real Madrid, un club diseñado para ganar donde cuesta digerir las derrotas y en el que éxitos como la Supercopa de la semana pasada se celebran con prudencia. Decía el otro día Rafa Nadal...
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