Era inevitable, el olor de las almendras amargas, de los pinillos resecos del Retiro, nos recordaría siempre el destino de los amores contrariados. Porque es otoño, y Madrid huele distinto, y el parque, con el aforo reducido, volverá a homenajear al libro como siempre ha sido desde que se tiene memoria; hoy, con sus 320 expositores. La ciudad más literaria del mundo presentó sus credenciales de su materia más intima, las de la Feria del Libro y una semana antes de su inauguración. Y sí, Gabriel García Márquez y Colombia, invitada especial, estuvieron presentes en la presentación pública en el Ayuntamiento. A Gabo le hubiera gustado saber que en el otoño, en el del patriarca o en otro otoño, y en mitad de los tiempos del cólera, una ciudad se iba a acordar de él, y toda una embajada, la colombiana, iba a volcarse en hacer de Madrid la capital del libro iberoamericano. Porque ese era el espíritu de la presentación de la Feria, el resurgir del libro con Colombia, que es, de Medellín a Macondo/Aracataca, donde mejor se parla nuestra lengua según dicen los filólogos. Y porque Madrid es literatura, y en esa «erótica de los libros» es donde hay que situar estos tiempos tan raros donde los libreros harán de la otoñada, primavera. En el fondo, toda Feria del Libro, si hacemos caso a Andrea Levy, supone «un safari literario». Un safari que cumple ochenta años de existencia, y que, a pesar de las circunstancias y las profilaxis será, como indica su lema, «la Feria del reencuentro». Ochenta años son muchos, o pocos, y por eso, porque la pandemia aún sigue castrando a la sociedad lectora, en el Retiro se implementarán las medidas de seguridad que sean suficientes. Hubo una Feria virtual –y viral–, pero el encuentro de ese autor entre mil (cifra redonda) con su público era necesario; Madrid lo necesitaba y España lo necesitaba. Verdad que los libreros mostraban más canas por lo que hemos vivido, pero verdad, también, que una Feria octogenaria (cumple 80 años) ha visto mucho: a Umbral firmando junto a Pemán, y a librerías que son, en Feria y sin Feria, un consuelo para el alma y que siguen abiertas. También se homenajeará a Galdós y a la Pardo Bazán, que todo homenaje tiene su morbo y ambos, como noveló Carlos Mayoral, tienen su libro. Aunque lo principal, sí, es que más allá del librero que sestea al sol del membrillo, en estos tiempos distópicos la Feria ha decidido volcarse en Latinoamérica y amparar el ciclo ‘Leer Iberoamérica Lee 2021: Lecturas al margen’ en la Casa de América. En ese esfuerzo de reencontrarse a través de las letras está hasta el cartel/acuarela de Andrea Reyes , donde aparece un pájaro, que por lo visto es «símbolo de la imaginación». No es ocioso recordar que en los años 55 y 56 del siglo pasado fue José Luis López Vázquez quien diseñó los carteles. Acaso porque nuestro cine ha dado a grandes renacentistas. Fuera de las catacumbas Habrá también aperitivos de la cultura colombiana, que es también la nuestra, con el jaleo del carnaval de Barranquilla con los tambores y las firmas de Darío Jaramillo o Andrea Cote Botero. Es verdad que se ha reducido el recorrido, pero también es verdad que en el centro de España se le va rendir pleitesía a Dante, con sus círculos y sus ‘beatrices’. El ‘Nadal’ Antonio Soler es concluyente sobre la oportunidad de la Feria: «Era hora ya de sacar el libro de las catacumbas». Mezclar a Gabriel García Márquez y a los círculos de Dante, darle la palabra a los ‘booktubers’ e introducir una tamborrada colombiana en mitad de la ciudad dan la temperatura de que el libro sobrepasa al lector, que toma las calles pandémicas y que reclama su sitio. De momento, del 10 al 26 de septiembre tiene el libro su casa en Madrid. Y en un horario integrador para todos los bolsillos y familias: de 10.30 a 21.00, con la lógica pausa para la siesta del librero y del escritor.
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