domingo, 30 de junio de 2019

La silenciosa despedida del videoclub más antiguo de Madrid

La fachada es tan discreta y está tan enterrada en un mar de antiguos carteles de películas y anuncios que resulta difícil imaginar que detrás se encuentra el videoclub más antiguo de Madrid. O, más bien, se encontraba. Tras 40 años dedicados a un sueño, Fernando Navarro echa el cierre de Import Video, un monumento al cine en pleno barrio de Portazgo (Puente de Vallecas). Ahora, apenas quedan unas marcas marrones donde antes se alzaban columnas de películas, que llegaban hasta el techo y bordeaban el único tramo liberado en toda la tienda: el estrecho pasillo que llevaba al mostrador. Las paredes parecen un mosaico de ausencias, una sucesión de rectángulos blancos y chinchetas donde antes cientos de pósteres servían de decoración. En los últimos tiempos, el videoclub se había convertido en la única ocupación de Fernando. Hace 20 años que no se coge vacaciones; 18 sin tener un solo día libre o sin ir al cine. Es la única manera de mantener el negocio a flote: «El vídeo de alquiler hace más de un año que no es que no sea rentable, es que da pérdidas. Lo que me daba beneficio era la venta». Recuerda que llegó a tener 10.617 socios, «de los cuales no venían nada, ni 100», pero que al llegar Netflix se volvió imposible competir. Pero decidió mantener el negocio del alquiler para estar al día de los últimos estrenos. Si no, se hubiera convertido «en un simple negocio de venta de películas de segunda mano». La pasión de Fernando por el cine surgió a una edad muy temprana. Su padre, que trabajaba de corrector en este mismo periódico hasta altas horas de la madrugada, solo tenía libres los domingos. La familia empezó a salir al cine esos días, pero no podían permitirse ir los tres. Tomaron una decisión: Fernando acompañaría a su madre mientras su padre descansaba y, a la vuelta, le contarían las películas. «Hacía yo de hijo y de padre», recuerda con una sonrisa. Más tarde, al recibir siempre en casa el ABC, estudiaba la cartelera y las críticas de las películas. «Así, por los cines, acabé conociendo Madrid». Y también Vallecas, por el Excélsior, mucho antes de imaginar que acabaría teniendo un local allí. «Era de los pocos cines que tenía un programa doble en el que las dos películas eran de alto nivel». Cerró en el 2000, dejando al distrito huérfano de salas de barrio. Fernando recuerda a la perfección los diálogos de sus películas favoritas. «Mi socio tenía un cerebro de mosquito, pero si sabía hacer algo bien era seguir una pista» recita con voz grave, apoyado en el mostrador polvoriento de su tienda vacía. Admite que el cine negro, especialmente el de los 40 y 50, es muy importante para él. Aunque también es un gran aficionado al espectáculo y los efectos especiales: «Al no haber casi circos, la única manera de recuperar la sensación de espectáculo son las películas de superhéroes». Ahora Fernando dedicará todo su ocio a ir al cine. «Bueno, y también al teatro».

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