sábado, 29 de junio de 2019

González y Zapatero: las dos conciencias del PSOE

En pocas cosas han coincidido recientemente los expresidentes socialistas Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. La última que se recuerda es su común oposición a Pedro Sánchez y su indisimulado apoyo a la candidatura de Susana Díaz en las primarias de 2017. El discurso respecto a Cataluña, el discurso respecto a la relación que debe tener el PSOE con Podemos y, especialmente, su opuesto papel en lo concerniente a la crisis en Venezuela son buen ejemplo de sus diferencias. Dos figuras que por su condición de expresidentes son referentes del PSOE, pero con los que se identifican sectores muy diversos. «Es síntoma de nuestra diversidad», defiende un dirigente socialista. O de sus contradicciones. Un partido en el que el bálsamo del poder permite la convivencia de Emiliano García Page o de Francina Armengol. Hace no tanto esas costuras parecían romperse sin remedio. Esas divergencias traspasan el ámbito político. Una persona cercana a uno de los dos exmandatarios describe su relación como «correcta pero no cercana». A raíz de la cuestión venezolana, hace poco más de un año, González daba cuenta de la poca comunicación entre ambos: «Zapatero no ha hablado conmigo ni media hora sobre Venezuela». En esta cuestión González se ha constituido en altavoz y apoyo de la oposición venezolana frente a las tesis pactistas de Zapatero que han pasado por la legitimación de Nicolás Maduro como interlocutor. Diferente consideración en Ferraz Ambos están, además, distanciados del poder central que emana de Ferraz y Moncloa. Aunque con diferente intensidad. La relación con González es prácticamente inexistente. Mientras que con Zapatero sí reconocen desde el entorno de Sánchez que la relación se ha venido corrigiendo. «Lo ha puesto fácil. Cuando se le ha puesto en la disyuntiva de criticarnos ha sido respetuoso», reflexiona un dirigente. De González, en cambio, se tiene otra consideración. Pero pese a que se opine diferente de uno y otro la actual dirección siempre ha querido limitar su influencia. En la reciente campaña electoral Ferraz decidió no contar con ninguno de ellos para reforzar la campaña del candidato: «El Comité Electoral no ha planteado la participación de los expresidentes», dijo hace meses José Luis Ábalos. Desde la nueva dirección socialista, los nuevos equipos que ascendieron a la planta noble de Ferraz tras las primarias de 2017, y muchos de ellos poco más de un año después a la Moncloa, se reivindica autonomía para la nueva generación. «El PSOE de los barones y en el que todos se ponían firmes con las palabras de Felipe González se ha terminado», zanja un miembro de la dirección federal. Algo se rompió en aquellas primarias entre las bases, de cuyo criterio se consideran depositarios en la nueva cúpula, y los dirigentes históricos. Se rompió y no ha vuelto a subsanarse. González y Zapatero tienen discursos con distinto tono sobre Cataluña. Recientemente Zapatero ha planteado en una entrevista que los independentistas tienen que cambiar «pero el Estado también», abogando por llegar a un punto de encuentro. González llegó a plantear haber aplicado el 155 en 2014. Respecto a la investidura de Sánchez, González parece más partidario de la colaboración de PP y Cs, a los que esta semana recomendó mandar «al rincón de pensar». Mientras que Zapatero se mostró recientemente convencido de que Sánchez alcanzará un acuerdo con Podemos y pidió al independentismo «hacer una reflexión» y «facilitar sin más» la investidura, Esta consideración nace del diferente discurso que ambos han tenido sobre Podemos. También sobre el que Pablo Iglesias ha tenido sobre ellos. El líder populista ha hecho de González foco de sus críticas mientras que a Zapatero lo ha considerado «el mejor presidente de la democracia».

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