Hace dos años, si María Luisa Lozano Lambea pensaba que iba a estar sin casa, con un trabajo precario y durmiendo en un saco de dormir en la puerta de su piso, diría que se trataba de una broma de mal gusto. Pero es la cruda realidad. Su inquilina lleva sin pagarle dos años, desde el mismo inicio de la pandemia. Ya no sabe cuánto debe a la comunidad de vecinos entre gas y agua. La han denunciado. A ella, a la legítima propietaria. A sus 57 años, y en todo este periplo de ida (no ve por ahora una solución), le ha dado tiempo a divorciarse y a pasar de vivir de manera holgada cada mes a dormir en... Ver Más
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