domingo, 29 de mayo de 2022

El lado bueno de Courtois: su cocinero privado, Luis Llopis, sus hijos y su novia Mishel

Un caluroso 23 de julio de 2018, lunes de pleno verano en Madrid, el club blanco presentaba en el Santiago Bernabéu a un desconocido Andry Lunin, portero de solo 18 años. Le llegaban siguiendo un par de años, y su contratación obedecía al deseo de la entidad de comenzar una nueva etapa en la portería, algo imposible con Zidane en el banquillo. Tras el fichaje frustrado de Kepa en el mercado invernal, por orden del técnico francés, la marcha de este permitió al Real Madrid abordar una renovación que no solo pasaría por la llegada del joven guardameta ucraniano. «Hay una oportunidad de mercado y no podemos desaprovecharla. Es un portero para los próximos diez años», explicaba ese mismo día una persona de peso del club a este periódico. Esa oportunidad de mercado procedía del Chelsea, club que acababa de abonar 80 millones de euros por Kepa, contratación que le abría la puerta de salida a Courtois, que no era del agrado de Sarri. Inicio complicado Dos semanas y media después de aquello, el 9 de agosto, el Madrid lograba su objetivo y daba un golpe contratando a Thibaut, Guante de Oro del Mundial de Rusia ese mismo verano, por solo 35 millones de euros. Aquello dejaba en una posición incómoda a Keylor, que veía como su incuestionable titularidad quedaba en entredicho, pero además generaba cierto recelo entre algún sector del madridismo, que no comprendía la llegada del belga cuando Navas aún estaba a un brillante nivel y el hueco de Cristiano todavía no había sido cubierto. Y eso era lo que le preocupaba a la mayor parte de la afición. No la portería. Dio igual. El ruido no hizo dudar a la dirección deportiva del Madrid. Courtois era la apuesta de presente y de futuro. Lopetegui no se atrevió a hacer el trasvase completo de poderes, y le dio la titularidad en Liga al belga y en Champions al costarricense, pero su despido en octubre y la llegada de Solari sí culminó el cambio. Luego, en marzo de 2019, volvió Zidane, y su chip también había cambiado. Adoraba a Keylor, pero entendía que debía respetar la decisión del club de darle los galones a Courtois. Y así fue. La marcha de Navas al PSG en agosto de 2019 acabo con el culebrón y supuso un antes y un después en la carrera de Thibaut: «La marcha de Keylor no me afectó en nada, pero sí acabó con el debate de fuera». Ese debate no ayudó a Courtois en su primer año de blanco. Rendimiento inesperadamente bajo que, incluso, provocó el rechazo de algún sector de la grada, pero no del vestuario. Sus compañeros, a la vez que se sentían agradecidos por lo mucho que les había dado Navas, entendían que Courtois era mucho más portero que el costarricense. Y el paso del tiempo así lo ha demostrado. Thibaut es hoy, y desde hace ya un par de temporadas, con mucha diferencia, el mejor portero del mundo: «Aunque mida dos metros, se mueve con la frescura y la agilidad de un gato. Su actuación en la final no la había visto nunca en ningún portero. Ni siquiera en la de Casillas en 2002», explica Santi Cañizares. «Tenemos que dar las gracias a Courtois y a sus ‘Gadgetobrazos’», dijo ayer Ayuso en la visita del equipo a la sede de la Comunidad de Madrid. «A mí me hizo disfrutar mucho durante unos años. Con cariño te digo que también estamos en el lado bueno los que te apoyamos en ese momento», le dijo el alcalde Almeida, reconocido aficionado del Atlético. La Champions de Courtois ha sido un escándalo. Entre octavos y la final acumuló una veintena de paradas de máximo nivel, imposibles para el 99% del resto de porteros, ante los mejores delanteros del mundo. Mbappé, Messi, Havertz, Gabriel Jesús, Foden, Mané y Salah van a tener pesadillas con él este verano. Está radiante, en el pico de su carrera; ha alcanzado el Everest. Capitán sin brazalete A ojos de sus compañeros, Courtois es un tipo sencillo, simpático, honrado y con un gran sentido del humor. De esos capitanes sin brazalete que son tan necesarios para mantener la armonía y el buen ambiente en un vestuario donde los egos no lo ponen fácil. Un líder que defiende a su equipo sobre el césped y fuera de él. Cuando le ha tocado ejercer de portavoz y dar un toque por los arbitrajes, el calendario o las críticas de rivales y medios, ahí ha estado él sin titubear. El sábado, en París, estuvo acompañado por sus padres, su hermana, sus tíos, su expareja, su actual novia, sus hijos, sus asistentes, y algunos de sus mejores amigos, como Ibai Llanos. También estuvo Asier Urbina, su cocinero privado, fundamental en su estado de forma. Como lo es Luis Llopis, el preparador de porteros del Madrid, que regresó al club el pasado verano y ha sido un punto de apoyo gigante para la evolución de Courtois. Con todos ellos se fotografió en el Stade de France, y también con Rudy Gobert, jugador de los Utah Jazz. Era su primera Champions y no quería dejar pasar la oportunidad de inmortalizarla con todas las personas que han puesto su granito de arena para que llegara allí y dejara para la historia la mejor actuación de un portero en una final de Champions. Es el lado de bueno de Courtois.

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