
«Voy andando por la calle y a veces la gente se queda mirándome. Yo pienso: ¿Será por la ropa? Pero luego caigo». Ana Ortiz -Anita, como todo el mundo la llama- tiene 14 años, los mismos que lleva viviendo con una sola mano. «He crecido así, para mí es lo más normal del mundo», explica con naturalidad. «Pero qué bonita eres», le decía su madre, con el mismo nombre, que no supo de esta circunstancia hasta que nació. Tantas veces se lo repitió que creó y registró una línea de joyería con esa expresión. «Mamá, déjame a mí», cuenta que le pedía su hija mientras la veía hacer complementos artesanales. La afición que su progenitora tuvo que dejar caló en...
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