martes, 30 de noviembre de 2021

Las penurias del fútbol de oro

Después de que una española, Alexia Putellas, fuera elegida el lunes como la mejor futbolista del mundo, todo sigue igual en el fútbol femenino. Un deporte que continúa en pie de guerra esperando la formalización real de su profesionalización, escenario al que se comprometió el CSD el pasado verano, pero bloqueado en la práctica por los intereses particulares de los distintos actores de la Liga Iberdrola, la Primera división femenina. Tras varios comunicados y actos reivindicativos que no parecen haber ayudado a desencallar la situación de precariedad que en muchos clubes empieza a ser insostenible, la huelga comienza a ser una amenaza que cobra fuerza. «El lunes fue un día de victoria y orgullo. Se sentó un precedente para animar a muchas jugadoras a dedicarse profesionalmente al fútbol, pero eso es hoy aún muy difícil en España porque seguimos teniendo unas condiciones límite en nuestro fútbol femenino», detalla a ABC Tamara Ramos, gerente del sindicato Futbolistas ON. «Este premio va a ser un chute de visibilidad. Es lo que necesitamos, que se crea en estas jugadoras. Los resultados están ahí. Ya no hay excusa para no dar un paso más», defendía la propia Putellas tras recibir el Balón de Oro. En septiembre de 2020, Irene Lozano, entonces presidenta del CSD, abogaba por tener una de las mejores ligas femeninas del mundo y anunciaba su proceso de profesionalización. Quince meses después, ya con José Manuel Franco al mando, el espíritu del CSD no ha cambiado, pero su papel de mediador no parece estar dando frutos. «La clave es que se tienen que poner de acuerdo los 16 clubes y, en una negociación, todos tienen que ceder, de lo contrario es imposible que se lleguen a pactar unos estatutos de profesionalización», explica Ramos. «Esta situación está suponiendo un peligro para la viabilidad económica de algunos clubes. Tres meses después de calificar como profesional la categoría no se debe alargar esta tomadura de pelo a las futbolistas, y sobre todo al trabajo que desempeñamos en el deporte de este país», explicaron las jugadoras en un comunicado hace diez días. Sin embargo, no parece que vaya a haber buenas noticias en el corto plazo. El convenio colectivo firmado en febrero de 2020, el primero en la historia del fútbol femenino, tiene fecha de caducidad a final de esta temporada y su renovación y mejora será imposible de llevar a cabo sin la profesionalización de la liga ni la venta de los derechos de televisión, ahora inexistentes. Este es uno de los grandes caballos de batalla que tiene el fútbol femenino, un apagón televisivo que está haciendo mucho daño. Mediapro decidió en agosto dejar de emitir el campeonato debido al incumplimiento audiovisual de lo firmado, medida que ha restado a cada club entre 200.000 y 300.000 euros en ingresos, que era lo que percibían cada temporada por la retransmisión de la liga. «El asunto está muy claro. La mierda del fútbol masculino se está traspasando al femenino. Hay diez equipos que forman parte de la patronal y otros cinco (Real Madrid, Barcelona, Athletic, Alavés y Madrid CFF) que no quieren saber nada de esa patronal, y los estatutos no se van a aprobar por mayoría. Todos los clubes deben estar de acuerdo», detalla Ramos resignada. Derechos televisivos Como solución temporal al problema, la Federación y el CSD acordaron hace dos meses con Televisión Española que Teledeporte emitiera la liga femenina, pero solo los cinco equipos mencionados anteriormente dieron el visto bueno, motivo por el que el acuerdo no terminó de cerrarse. A excepción de Real Madrid y Barcelona, que emiten los partidos de sus equipos a través de sus respectivos canales de televisión, el resto de encuentros no se pueden ver. Los dos grandes quieren evitar que, como sucede con el fútbol masculino, se produzca la venta centralizada de los derechos de televisión. Encontrar puentes en este asunto va a ser difícil. Un problema grave porque, sin televisión, los ingresos de los clubes son mínimos. No hay apenas patrocinios, el dinero recaudado por taquillaje es simbólico y se sobrevive gracias a las cuentas de los equipos masculinos, pero los que no tienen ese apoyo están al límite. Y, mientras tanto, las jugadoras sufren incertidumbre e inseguridad sobre muchos de sus derechos, como el horario de su jornada laboral, el salario mínimo a tiempo completo y parcial, los días de vacaciones, las bajas por embarazo o el seguro por incapacidad. Todo ello es imposible de avanzar sin la profesionalización del fútbol y una nueva versión del convenio colectivo. De ahí que se produzcan imágenes tan surrealistas como médicos atendiendo a jugadoras rivales por la inexistencia de galenos en el equipo de la futbolista lastimada. Esto es lo que le sucedió al Rayo hace dos semanas en su partido contra el Athletic, cuando la chilena Camila Sáez recibió un golpe en la cabeza. El propio Rayo, la Real Sociedad, el Levante y el Villarreal, han sido sancionados por el Comité de Competición con la pérdida de tres puntos por no llevar el logo de la Federación o por tapárselo en reiteradas ocasiones como medida de protesta al no acuerdo de profesionalización. Un castigo de la RFEF por «incumplimiento, consciente y reiterado, de órdenes, instrucciones, acuerdos u obligaciones reglamentarias» referentes a la uniformidad. En la Liga en la que juega la mejor futbolista del mundo, todo es ruido y polémica.

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