sábado, 13 de junio de 2020

La alargada sombra de Pujol a sus 90 años

Si el nacionalismo catalán ha llegado a la sedición con el objetivo puesto en la independencia ha sido gracias al caldo de cultivo propiciado por un Jordi Pujol que convirtió Cataluña en un objeto de fe al cual había que rendir culto y sacrificio. Pujol imprimió, al catalanismo primero, y al nacionalismo catalán después, una manera de ser y estar. El ser de Cataluña –en la tradición del romanticismo alemán del XVIII y la pléyade de historiadores, filólogos, folcloristas y excursionistas de la Renaixença catalana del XIX que se esforzaron en la búsqueda/invención de la identidad propia de Cataluña– fue definido por Jordi Pujol como «una tierra que es nuestra tierra, una lengua que es nuestra lengua, unas tradiciones, unas costumbres, una manera de ser, una voluntad de ser, una nacionalidad, un sentido nacional». En definitiva, un «espíritu» que si «se pierde, el pueblo deja de ser pueblo y se convierte en grupo, en rebaño, en algo amorfo e inoperante». Para que Cataluña no se transformara en un ente amorfo y alcanzara la condición de nación, había que (re)nacionalizar Cataluña. De ahí, el documento Construir Catalunya (1965). Índice y guion: denuncia del expolio español; catalanización de la economía, la escuela, la lengua, la historia, la cultura, la comunicación y la inmigración; diseño de una mentalidad de gobierno propio. Proyectos: Banca Catalana, Escuela de Maestros, Instituto de Historia Social, Instituto Catalán de Historia Moderna, Instituto Catalán de Inmigración, Estudios e Investigaciones SA o Enciclopedia Catalana. Y jornadas de estudio, publicaciones y campañas propagandísticas. Cita: «Estamos sometidos desde hace muchos años a un proceso de desnacionalización. Nos faltan dirigentes, instituciones e instrumentos necesarios para llevar a cabo la labor de reconstrucción». Ahí empieza la acumulación nacionalista previa que conducirá al «proceso» y la intentona sediciosa de 2017. Nacionalismo identitario La sombra de Jordi Pujol es muy alargada y sigue ahí. Cosa que se percibe en el relato, valores, lenguaje, símbolos, victimismo, objetivos y tópicos de un independentismo catalán que gira alrededor de un nacionalismo identitario que se cree con derecho a todo por ser quien es. Jordi Pujol, ¿ajeno al independentismo? Cita: «nunca he propugnado el independentismo… pero cuando se me acercan muchas personas… que optan por esa vía debo reconocer que no encuentro argumentos para llevarles la contraria… en el fondo, no soy más que un patriota catalán» (Años decisivos. Memorias (1993-2011), 2012). Por ello, desconfía de la autonomía y el federalismo. Cita: «Cataluña no aspira a ser una Dakota del Norte» (Historia de una convicción. Memorias (1930-1980), 2008). Vale decir que Jordi Pujol –además de un defraudador confeso– es más que un líder carismático obsesionado por la construcción nacional de Cataluña. Jordi Pujol es, también, un político con ideología (una mescolanza democristiana, liberal y socialdemócrata), reconocido en Bruselas como impulsor de la Asamblea de Regiones de Europa, culto (Henri Bergson, Charles Peguy, Jacques Maritain, Emmanuel Mounier, Pierre Vilar, Isaiah Berlin o Jaume Vicens Vives son algunos de sus referentes), informado (lee diariamente la prensa extranjera), partidario de la política de las cosas y del catalanismo útil (economía, desarrollo e innovación), calculador, pragmático y tacticista –un maestro en el arte de la ambigüedad calculada– que influyó en España y ayudó a su gobernabilidad –de forma nada gratuita– desde el exterior, ya que nunca aceptó formar parte del gobierno español. Un ejemplo de la ambigüedad calculada de nuestro personaje. Conferencia en el Real Alcázar de Sevilla (1996): «No es España un simple organismo administrativo o político-administrativo. Es un hecho histórico sólido. Es un conjunto de interrelaciones humanas y vivencias colectivas, no solamente individuales sino colectivas, comunes, de todo tipo. Lo que yo he dado en llamar una realidad entrañable». Pero, «en cualquier caso es cierto que nuestra españolidad pasa previamente por nuestra catalanidad». El pujolismo ha tenido su continuidad en unos presidentes de la Generalitat –Pasqual Maragall y José Montilla, por ejemplo– que no supusieron un cambio, sino un recambio. No hablo de la condición de defraudador ni de la corrupción partidista. Quede claro. Hablo de unos presidentes socialistas que se instalaron en el laberinto identitario de Jordi Pujol. Ahí está el federalismo maragalliano que quiere configurar el autogobierno de Cataluña de acuerdo con su tradición histórica secular. ¿Un trasunto del ser nacional de Cataluña de Jordi Pujol? Un texto del maragallismo: «Un federalismo de la diversidad y la complejidad. Asimétrico, si se quiere, en el sentido de que, en algunos aspectos (contenidos políticos del autogobierno) puede ser generalizable, y en otros (el tratamiento de las realidades nacionales) no lo es» (Antoni Castells: «L'Europa federal i l'autogovern català», en el volumen colectivo titulado El nou catalanisme, editado por Norbert Bilbeny y Àngel Pes, 2001). La sombra de Jordi Pujol es muy alargada. Tan alargada es la sombra de Jordi Pujol, que llega a José Montilla: «luchar por la construcción de Cataluña», «defender las instituciones, tradiciones y valores culturales y nacionales de Cataluña», «la voluntad de autogobierno de Cataluña ha sido, a lo largo de la historia, uno de los elementos singulares de nuestra nación», «hay que expresar nuestros sentimientos, nuestros anhelos y nuestra ambición nacional». ¿Convicción? ¿Oportunismo? ¿Electoralismo? Por no hablar de los presidentes Artur Mas, Carles Puigdemont y Joaquim Torra que no han seguido a Jordi Pujol, sino que lo han superado. Con ellos, el catalanismo y el nacionalismo, transformado en secesionismo, llega al juzgado. A los juzgados, por mejor decir. Por méritos propios. Si Jordi Pujol –con sus obsesiones e ilícitos penales y morales– fue un estadista sin Estado, sus herederos independentista, además de tramposos y desleales, han sido unos irresponsables que han convertido Cataluña en un erial. Ese es el peor legado del Jordi Pujol que hace 55 años se empeñó en nacionalizar Cataluña. De aquellos polvos vienen estos lodos.

De España https://ift.tt/30LghA5

0 comentarios:

Publicar un comentario