Desde que la humanidad tiene memoria, los oficios se han transmitido de padres a hijos. Así, lo habitual era que las tareas de pescador, carnicero, herrero o calderero se heredasen de generación en generación. Y en el último siglo, en el que el deporte ya pasó a ser una profesión, ha habido familias con éxitos reeditados a los largo de los años. Noticia Relacionada GOLF estandar Si Yo jugué en Augusta: las cicatrices de los españoles que han vivido el Masters Miguel Ángel Barbero Un escenario único con marcado tinte nacional, pues desde 1959 ha habido 14 profesionales que lo han jugado con cinco chaquetas verdes de premio. Algunos de ellos lo recuerdan para ABC De esta forma, los futbolistas Manuel Sanchís, padre e hijo, fueron campeones de Europa con el Real Madrid en décadas diferentes; los baloncestistas Bill y Luke Walton, ganadores de la NBA con Celtics y Lakers o los golfistas Antonio y Nacho Garrido, integrantes de la Ryder Cup en The Greenbrier y Valderrama. Pero lo más curioso es cuando el progenitor triunfa en una disciplina y el descendiente lo hace en otra muy diferente. Es el caso de Yannick Noah (campeón de Roland Garros) y Joakim (NBA); de Mike Conley (campeón mundial y olímpico de triple salto) y de Mike Jr. (NBA), ambos casos disfrutando de momentos estelares en los All Stars, y, sobre todo, del tenista Petr Korda (poseedor del Abierto de Australia) y de sus hijas Jessica y Nelly , múltiples triunfadoras en el LPGA y medalla de oro en golf en Tokio por parte de Nelly. En España hay casos muy cercanos como los de los de los Vicedo o los Ballester, que comenzaron a labrarse sus éxitos en los Juegos de Barcelona 92. En ese mítico verano condal Benjamín Vicedo era la estrella de un combinado nacional de voleibol que hizo historia al alcanzar los cuartos de final. Luego, inculcó a sus hijos los valores del deporte, «sobre todo llevándomelos a los entrenamientos y, al principio, haciéndome de recogepelotas», recuerda «pero sin influir nunca en su futuro; de hecho, jugó al fútbol, al balonmano y se decidió por el basket casi de rebote». Ahora Edgar, después de una consolidada carrera profesional de trece temporadas en las que ha pasado por Estudiantes, Unicaja, Fuenlabrada y Obradoiro, valora haber tenido un referente así para su posterior desarrollo deportivo. «No tengo nada más que palabras de agradecimiento para él, pues nunca me impidió hacer lo que me apetecía y siempre me apoyó en mis decisiones», indica. «Además, tener un ejemplo en casa en el que mirarte es todo un lujo para un jugador, aunque a veces pueda ser un poco duro: tiene un palmarés que, si te esfuerzas en igualarlo y no lo consigues, puede llegar a frustrarte. Afortunadamente, yo dejé de preocuparme por eso hace tiempo, porque mi padre siempre me gana por goleada», bromea el alero. Cuando el referente que se tiene en casa ya no es de un progenitor, sino de dos, la presión debe ser mayor si cabe. «Creo que tanto mi mujer como yo hemos influido mucho en el desarrollo deportivo de Josele, pues hemos hecho deporte de alto nivel y sabemos lo mucho que hay que trabajar para llegar a la élite», indica José Luis Ballester, olímpico de natación y casado con Sonia Barrio, una de las 'chicas de oro' del hockey de Barcelona 92. Por eso han apoyado al máximo a su hijo Josele, aunque no le sentó muy bien que dejara la piscina para dedicarse al golf. «No me gustó pero respete su decisión, aunque su desarrollo físico y su potencia se lo debe a que mientras crecía nadaba 2 o 3 días por semana. Lo importante es que aspire a ser un gran jugador y que se dedique al máximo a hacer que sus sueños se cumplan». Y va bien encaminado, ya que tiene una beca en Arizona State (la universidad de Jon Rahm ) y se hará profesional cuando acabe su ciclo colegial. «No seguí sus pasos deportivos porque a medida que iba creciendo empezaba a destacar más en el golf. Pero me considero una persona ambiciosa y me gustaría ser más exitoso deportivamente que mis padres, aunque sé que no será nada fácil», reconoce. Curiosamente, hay casos relacionados con el balompié que le dan una vuelta de tuerca más a la situación. El más veterano es José Luis Llorente Gento, subcampeón olímpico en Los Ángeles 84, a quien la afición al deporte le llegó por su madre, la hermana del mítico Paco Gento. «Ella era la fan número uno de su hermano y la que quiso que siguiéramos un poco su estela». reconoce. El peso del apellido, pues, no le pesó mucho porque «no coincidía mucho con mi tío, ya que él vivía en Madrid y nosotros en Valladolid. No aspiraba a mejorar sus logros (seis Copa de Europa), ni siquiera a ser profesional. Me puse a jugar al baloncesto porque me gustaba y seguí porque me seguía divirtiendo. Mi única pretensión fue hacerlo cada vez lo mejor posible». Y no le salió mal la apuesta. El más famoso, sin duda, es Rafa Nadal , el mejor deportista español de la historia, que en un principio se fijó en los logros futbolísticos de su tío Miguel Ángel, internacional con España e ídolo en el Barça. Aunque la relación más peculiar es la de los Ciganda. El Cuco fue jugador del Osasuna y luego entrenador del Athletic y Carlota es la mejor golfista nacional de todos los tiempos (con dos triunfos en el LPGA Tour entre otros logros). «Creo que su éxito viene porque nuestra familia es tremendamente deportista, se respira deporte por los cuatro costados, y quizás el que yo haya alcanzado la máxima categoría haya podido ser un mensaje para Carlota para que viera que los sueños se pueden cumplir y que desde un pueblo del valle de Ulzama se puede llegar hasta donde uno quiera», analiza el exfutbolista. «La mayor influencia de mi tío fue verle trabajar sin descanso, intentar ser consistente... y si no seguí sus pasos fue porque antes el fútbol no era un deporte de chicas. Para mí es un referente y le tengo muchísima admiración», piensa la golfista. Algo recíproco, pues el navarro admite que «vivo la carrera de Carlota con el máximo orgullo».
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