miércoles, 26 de abril de 2023

Víctor del Árbol: «Me alegra que el género negro salga de las grandes urbes y recupere la España rural»

El primer libro que leyó Víctor del Árbol (Barcelona, 1968) fue ' La Iliada' , en una edición adaptada para niños. En él, Héctor -arquetipo heroico- se enfrenta a Aquiles -que representa al poder- sabiendo qué va a pasar. Va a morir, sabiendo que no puede hacer otra cosa que salvar a su ciudad, Troya. Algo parecido, salvando las distancias, es lo que le ocurre a Julián Leal, protagonista de la nueva novela del autor barcelonés, ' Nadie en esta tierra ' (Destino), que presentará este viernes, a las 19.00 horas, en la Biblioteca de Castilla-La Mancha de Toledo . Noticia Relacionada CUENCA estandar No Dolores Redondo, Lorenzo Silva, Víctor del Árbol o el francés Bernard Minier, en el Festival Las Casas Ahorcadas ABC Entre el 3 y 6 de mayo, el salón de actos de la Delegación de Educación, Cultura y Deportes acogerá el décimo aniversario de este certamen en el que estarán una veintena de autores del género negro Creo que el primer libro que leyó fue una edición para niños de 'La Iliada', que tiene mucho que ver con lo que nos encontramos en 'Nadie en esta tierra'. ¿Sirve el mundo clásico para entender realidades presentes? Como decía Valle Inclán, un clásico acaba siendo lo que nunca pasa de moda. Yo siempre he pensado que la literatura, y sobre todo la ficción, sirve para entender el presente, en primer lugar, pero también para corregir la realidad. Es decir, es aquello que los poetas llaman justicia poética, puesto que los libros, a veces, te ofrecen la posibilidad de cambiar las cosas. El protagonista de su última novela lleva su cualidad más evidente en su apellido. Julián Leal es algo así como un héroe del tiempo presente, sin épica, pero con unos valores sólidos para hacer lo correcto en un contexto en el que nadie lo hace. ¿Nos hacen falta más héroes como él? Lo que nos hace falta es dejar que las palabras tengan significado y la lealtad es algo más que palabras; son hechos. Y Julián Leal fue un hombre de pocas palabras y de muchos hechos. El problema que tiene su heroísmo es que es muy subjetivo porque a veces para hacer lo justo hay que sobrepasar una línea que éticamente sería cuestionable. En todo caso, lo que a mí me gusta de él es que es un hombre de principios, que es lo que más nos hace falta. No sé si necesitamos héroes como Julián Leal, pero sí personas que sean fieles a sus principios. Al leer la novela, se sabe hasta dónde es capaz de llegar Julián Leal para intentar hacer justicia. Pero, y usted, que lanza esta pregunta a los lectores, ¿hasta dónde estaría dispuesto a llegar? A utilizar los recursos que tengo a mi alcance, que son las palabras. Para mí, escribir este tipo de historias y abordar estos temas tan complejos, y más en estos tiempos, es una manera de vencerme a mí mismo, a mi autocensura, mis propios miedos y mi incapacidad. Por eso, creo que cada uno tiene que ser capaz de dar un paso cuando hay que darlo, y no mirar a otro lado ni callar cuando se necesita hablar. Pasado y presente se confabulan en la novela para poner a Julián Leal entre la espada y la pared o, mejor dicho, en tierra de nadie (en honor al título de la novela) cuando menos tiene que perder. ¿Es en las situaciones límites cuando se ve cómo es una persona realmente? Sí, porque existe el tópico de decir que cuando llevamos a las personas a límites extremos sacamos lo peor, pero yo creo que lo que se muestra es la verdadera naturaleza de nosotros mismos. Es decir, que puede aflorar la capacidad de resiliencia, de coraje, de valentía, de honor… Esos valores que muchas veces no son necesarios porque tenemos una vida acomodaticia, que no nos exige ese esfuerzo, pero llegado el momento, la historia está llena de ejemplos de ese estilo. Al final, a mí lo que me gusta de la novela negra y de llevar situaciones dramáticas hasta el extremo es, precisamente, que ahí es donde los personajes muestran su verdadera naturaleza. Sin embargo, Julián Leal no es el único personaje principal. El otro es un sicario que nos cuenta en primera persona parte sus luces y sus sombras, sobre todo lo segundo. ¿Tendrá continuidad en otra próxima novela? Sí, porque me ha fascinado y me ha provocado la necesidad de saber más de él, igual que a los lectores. Cuando yo comencé a escribir esta novela, lo tenía ya muy perfilado, pero no quería que fuera el protagonista. Sin embargo, todo lo que yo sé de él, que también es una manera de configurar un antihéroe u otro personaje diferente, me ha llevado a desarrollar una segunda parte, en la que estoy enfrascado. Lo que es evidente es que el pasado hostil es una constante en sus novelas. ¿Tan malos recuerdos guarda usted del suyo? (Se ríe) No, yo tengo un pasado muy feliz, afortunadamente, o el mismo que puede tener cualquiera que haya vivido unos cuantos años. A mí me parece muy importante llevar al lector al pasado de los personajes para contextualizar lo que hace porque, si no, no serían personas, sino engranajes de una trama. Para entenderlos, es esencial que conozcamos en primera persona su biografía. Al final, la infancia es ese territorio en el que las raíces acaban configurando lo que seremos. Cuanto más dramática es la infancia, más compleja será nuestra vida adulta. Usted tiene un vínculo con Galicia, donde ya transcurre 'La víspera de casi todo', con la que ganó el Premio Nadal en 2016. Pero, parece que esta región es un escenario recurrente últimamente para el género negro, tal como se ha visto en 'As bestas'. ¿Qué tiene esta tierra para atraer a tantos autores, ya sea literarios o cinematográficos? Me alegra que el género negro, que además es muy rico en nuestro país, salga de las grandes zonas urbanas y recupere esa idea de la España más rural y cerrada. De hecho, hay una larga tradición literaria que viene de muy lejos, desde 'Los santos inocentes', de Miguel Delibes, a 'Intemperie', de Jesús Carrasco. Está muy bien que ahora lo haya asimilado la novela negra por una razón bien sencilla: el paisaje, al final, acaba formando una geografía emocional donde los personajes se pueden comportar de una manera determinada que en otros sitios no podrían hacerlo. En este sentido, el paisaje gallego es peculiar y muy diferente, y no es lo mismo que Julián Leal haya nacido en la Costa da Morte que en Toledo. Usted sigue insistiendo en que la novela negra no es un género menor dentro de la literatura. ¿Por qué cree entonces que recibe ataques en este sentido? Es un error de interpretación y de fondo al definir lo que es la novela negra. Creo que muchas veces se abusa de los arquetipos, de los tópicos y de las fórmulas hechas que vienen del thriller americano o de otras formas que no tienen nada que ver con este género. En España, la novela negra tiene una larga tradición que viene de la novela realista y siempre ha sido de alta ambición y de calidad literaria. Aparte de buscar la curiosidad del lector, no se conforma con un simple juego de pistas y va mucho más allá, con una clara vocación analítica de la realidad. Y, en su opinión, ¿por qué cree que es más apreciada su obra en Francia que en su país? Pues yo creo que responde un poco a lo anterior. Los gustos de los lectores es algo que se educan y que vienen de una tradición que enraíza con el 'polar' francés, que tiene mucho que ver con la realidad y la crítica social, el cuestionamiento del poder, de valores incluso hasta filosóficos y éticos, entremezclados con la historia. Además, en Francia, más allá de lo entretenida que pueda ser una novela negra, les interesa lo que se cuenta. ¿Cree que con 'Nadie en esta tierra' conseguirá atraer a los desengañados? Espero que sí, porque siempre he pensado que también es una manera de disculparme con los lectores a los que no eres capaz de llegar. No es su culpa, es responsabilidad del escritor no saber llegar a un público más amplio, quizá por usar unos códigos que no conectan con la mayoría de la gente. Lo que he intentado hacer con 'Nadie en esta tierra' es una novela que los americanos llaman 'mainstream', es decir, abrir la posibilidad a llegar otro tipo de lectores que, de otro modo, no llegaría. Eso sí, sin renunciar a mi voz.

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