domingo, 19 de marzo de 2023

El mercadillo ilegal de Vallecas: un zoco de comida en cubos de basura, 'aguadores' y bisutería robada

La calle de Pedro Laborde, en Puente de Vallecas, se despereza dos veces de martes a sábado. Primero, a las ocho de la mañana; luego, a partir de las diez. Los más madrugadores son los comerciantes (la vía está llena de negocios de barrio) de toda la vida. Los perezosos aparecen dos horas después y, aunque también llevan allí lustros, lo que hacen es apropiarse de esquinas y trozos de acera , en varias manzanas, para vender casi de todo. Y robado. Es el mercadillo ilegal de frutas, ropa, mascarillas y hasta bisutería, entre otras muchas cosas, que trae de cabeza a los tenderos que pagan sus impuestos y a los vecinos y transeúntes: «Cuando viene la Policía Municipal, salen corriendo como gacelas y a punto están de tirarnos al suelo, nos empujan», se queja Manuela, que lleva 53 años residiendo en la zona y les tiene miedo. Lo cierto es que el paisanaje y la 'clientela' de estos ilegales es precisamente de edad muy avanzada, como el marido de Manuela, de 86 años y que reconoce que, aunque le molestan, «a veces» les compra fruta. Debe de referirse a una de esas cajas que el viernes a las diez y media estaban en el suelo, en una esquina, con unas fresas de un aspecto más que sospechoso, más amarillo que rojo, y que se despachan con manos sucias y sin guantes. Fuentes de la Policía Municipal reconocen que «un grupo numeroso de personas», muchas vecinas del mismo barrio, acuden casi a diario a ejercer la venta ambulante sin licencia: «El 90 por ciento de los productos son perecederos», reconocen, lo que es peor aún, por el peligro que pueden entrañar para la salud. Un extrabajador de un supermercado de la zona señala cómo consiguen esa mercancía: «Entran y roban al descuido, sobre todo las mujeres, escondiéndose de todo en la ropa, y luego me las encuentro, a esas mismas personas, las pizzas precongeladas que han sustraído en la tienda», ilustra a este periódico. En efecto, una anciana exhibe en una esquina dos paquetes de esa comida, mientras que otro a su lado muestra una caja con flores de quién sabe dónde las habrá sacado. «Seguro que las ha cogido del cementerio», aventura una comerciante de verdad. Noticia Relacionada estandar Si La 'cueva de Alí Babá' de Usera: una nave con 600 kilos de carne y pescado caducados con etiquetas falsas para la venta ilegal Carlos Hidalgo La Policía Municipal ya había investigado el negocio, en el que se falsificaron miles de productos de China En la asociación del barrio están que echan humo. Y no porque quien se queja así regente un estanco: «Aquí llevan toda la vida, pero esto va cada vez a peor. Venden hasta salmón ahumado y yogures a 40 grados en pleno mes de agosto. Esto lo saben todas las autoridades y hemos tenido enfrentamientos con ellos. Esto es como la prostitución en la calle de la Montera: nunca los echan. Para nosotros, supone todo lo peor. Pérdidas, porque la gente no viene a comprar a la zona». «La Policía viene de vez en cuando y 'barre', así que los ambulantes salen corriendo», explica un frutero del final de la calle. En esa parte se acumulaban contenedores de basura donde los ilegales, que son de un puñado de familias, esconden hasta la comida cuando ven pasar a los municipales, que han incrementado su vigilancia. Se ha visto meter el género hasta en alcantarillas, para luego volver a ponerlos a la venta sobre un trozo de cartón. También meten los productos en sus casas, pues los hay que viven allí mismo, y los bajan cuando necesitan reponer sus 'muestrarios'. Una mujer vende comida perecedera en la calle de Pedro Laborde DE SAN BERNARDO Es el caso de una mujer de unos 40 años que nos quiere vender «plata de primera ley». Preguntamos por una cadena: «¿Para dama o para hombre?». Ofrece una que, asegura, es de material real: «Es muy corta». «Te la engancho con otra y te la dejo en 40 euros», ofrece. Cuando le decimos que no llevamos efectivo, insiste en la venta rápida: «Moreno, si espero a que vayas al cajero, seguro que antes vienen los policías y me he tenido que ir corriendo de aquí», se desespera. Dudamos de que sea un material legal: «Lo compro en Valencia, que me obligan a adquirir un mínimo de cien piezas». Tras la infructuosa venta, en otra esquina, una octogenaria, acompañada de una mujer más joven y de un niño que no tendrá más de 6 años y que a esa hora, las 11 de la mañana, debía estar en el colegio, ofrece de todo: «Tengo cremas, desodorantes, perfumes…». Hasta champús ofrece, más allá de que el posible cliente sea calvo. Da igual. Ante la negativa, tira de artillería pesada. «Mira, estas pulseras de Pandora, a 2 euros te dejo cada una, miarma». «Pero esto es falso». «Hombre, claro, las verdaderas cuestan 500 euros… Pero mira qué buena es, hasta tiene un muelle para ajustarla», argumenta. Sorprendentemente, las ofertas de estas Pandora se repiten en casa esquina, hasta el inicio de Pedro Laborde, y hay un pretexto: «Por el día del padre la dejo en 2 euros, y eso que en San Valentín las vendía a 10 euros». Otra 'comerciante' ofrece bisutería a plena luz del día DE SAN BERNARDO Los patriarcas, ojo avizor Entre manzana y manzana de esta ajetreada calle, grupos de hombres malencarados se apostan, mirando hacia uno y otro lado, alternando cigarrillo con cigarrillo, esperando a la segura llegada de la Policía Municipal. La Comisaría Integral de Puente de Vallecas hace transitar a sus agentes uniformados, a pie y en furgonetas, para espantar a los ilegales. Los 'vigilantes' no son más que los patriarcas y los maridos de las vendedoras ambulantes, que se encargan de 'dar el agua' (avisar) a las mujeres cuando huelen a uniforme y placa. Llega el mediodía, son las doce en punto. Aparecen los agentes y los distintos clanes pliegan velas, cogen sus cajas de cartón y los varones son los encargados de llevarse la mercancía, incluso en carretillas, cuando no se la confiscan. La calle queda limpia. Hasta mañana. Y hasta el martes, porque los lunes se monta el mercadillo oficial del barrio, donde también se dejan ver estos ambulantes sin licencia, aprovechando la coyuntura. En Pedro Laborde, los vecinos y feligreses de sus coquetas tiendas de verdad pasan página: «Las que de verdad nos molestan son las casas de apuestas . Ahí sí que se mueve gente rara. Sobre todo, en las puertas, donde se colocan y hablan alto. Y, además, frecuentemente se producen atracos. Eso y la ludopatía que traen a las zonas más pobres como estas son de las peores lacras que se viven en esta ciudad». Sentencia a pie de barrio.

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