lunes, 6 de junio de 2022

Los problemas defensivos de Luis Enrique: a España le duele la espalda

Jan Kuchta también se pegó un festín. Como Isak o Lewandowsky, como tantos otros. El delantero centro de la República Checa se aprovechó de una defensa que es un coladero, el punto más débil de una selección a menudo convincente. La España de Luis Enrique, que llama la atención por su capacidad para ganarle la posesión y el ataque al rival más poderoso, pero también por su debilidad atrás, por esa facilidad que encuentran los adversarios, por pequeños que sean, para provocar agujeros. Cuatro años después de la llegada del técnico asturiano, el equipo nacional sigue sangrando por el mismo sitio. Esta vez fue un problema de espalda lo que dejó en evidencia a la selección. Ya había ocurrido. Tanto que estaba estudiado por la República Checa, que basó su plan anti-España en eso, en recuperar y buscar rápidamente el espacio por detrás de una defensa descaradamente adelantada, torpe en la ejecución del fuera de juego y vulnerable en cuanto la presión sobre la pelota de las otras líneas no se ejecuta con la energía y puntualidad necesaria. Kuchta, que no es Usain Bolt o Mbappé, 25 años, 1,84 de altura, un delantero centro que en enero fichó por el Lokomotiv de Moscú y allí siguió jugando pese a la guerra, ganó metros de ventaja por pura precisión, el don de la medida para saber en qué momento explotar el desmarque y escaparse. Sin oposición alguna. Como quien mastica chicle. Llegadas fáciles Hasta tres veces se plantó con insultante comodidad ante Unai el checo después de una maniobra casi desde el centro del campo, gracias al empeño de España en tirar la línea lejos y en abrir a su espalda una autopista sin peaje. La primera vez, minuto cinco, le acompañó Pesek para hacerle más fácil la resolución. Nadie presionó al lanzador del pase profundo, que condujo sin obstáculos por la derecha y tiró el balón largo cuando calculó que le convenía. Carvajal ayudó con su despiste, se quedó clavado para romper el fuera de juego. Gol. 1-0. A la segunda a Kuchta le falló la puntería. Pero el pasador, esta vez desde la otra banda, recibió las mismas facilidades y el delantero similar permiso para fugarse. No fue gol. Pero sí su tercer demarraje, cuando Cerny se anticipó a una mala entrega de Marcos Alonso y buscó enseguida la profundidad. Ahí apareció luego el error de Eric García, uno de los sospechosos habituales, para pifiar en el corte y abrir paso al gol en contra.. España tiene un problema. Luis Enrique lo redujo a desajustes cuyo diagnóstico quiere dar después de ver el partido en vídeo. Y que Iñigo Martínez abordó sin esperar tanto: no salir al partido con la atención debida, pérdida tonta de balones, muy blandos atrás e inexplicable incapacidad para responder a una jugada tan simple como es el envío de balones a la espalda. El mal señala posiblemente al planteamiento, un equipo que basa su montaje defensivo en la posesión propia y en el riesgo verdadero. En adelantarse, vivir en el campo contrario y jugársela toda a no cometer errores en la distribución, en la presión para incomodar las contras al rival y en la basculación adecuada en caso de emergencia. Pero, a la vista está, esos errores que penalizan la temeridad atacante del equipo se reproducen con asiduidad. Y no se ciñen al dolor de espalda: también se advierten en el cuerpo a cuerpo ante atacantes de envergadura, por arriba y por abajo, en regates, en errores por salir siempre con la pelota jugada… La sensación de fragilidad es genérica y afecta a muchas suertes del arte de defender. El debate de los nombres También está la elección de jugadores, sobre la que Luis Enrique insistió el domingo en no tener dudas, pero que alimenta un día tras otro el debate fuera. Por ejemplo, el discutible nivel de selección de jugadores como Eric García, que no ha hecho méritos ni en su club, el Barcelona, ni en sus actuaciones con España, para conservar el puesto. Luis Enrique ha probado a muchos desde su llegada, pero hace ya tiempo que no modifica. Ha encontrado su equipo. Que por atrás se sustenta sobre todo en Laporte, el más fiable de los centrales, ausente en esta minimaratón de Liga de las Naciones, y que a menudo juega a pie cambiado. Un central zurdo en la derecha, nota exótica sobre la que Luis Enrique acostumbra a insistir. Pau Torres, Iñigo Martínez cuando acepta y Diego Llorente como parche socorrido forman el bloque de confianza en el medio de la defensa. Ninguno está entre los mejores del mundo en el puesto. ¿Hay más donde elegir? La discusión está ahí, pero la realidad es que el fútbol español no pasa por un buen momento de centrales. Nacho o Mario Hermoso, reivindicados algún día, no dan la talla. Con Albiol, que además ha cuajado un año formidable, Luis Enrique no se atreve. A Sergio Ramos, los problemas físicos, como mínimo, le han dejado fuera. Y Piqué se apartó él mismo, aunque insinúa a espaldas que quiere volver. No hay alternativas para tumbar a las poco fiables que están. En el lateral izquierdo hay más abundancia y seguridad, aunque Marcos Alonso el domingo desentonara. Y el derecho ha sido otro quebradero de cabeza. El experimento Marcos Llorente no cuajó, salvo para confundir al jugador. La baza Azpilicueta tardó en llegar, pero cuando lo hizo sí dio un plus al equipo. Y Carvajal ha vivido el proceso de su deterioro físico, como en el Madrid. Si está en forma es una garantía, aunque ante la República Checa se comiera de manera impropia el 1-0. Otras apuestas más raras de Luis Enrique tampoco han derribado la puerta. Así que lo que está no carbura, alerta de defectos y errores a la mínima y ante cualquiera, pero no hay tampoco mucho más donde buscar. Y el planteamiento es innegociable, porque además ha demostrado que puede funcionar cuando se ejecuta con atención colectiva en todos los puestos, momentos y lugares. Exige concentración total, te castiga al más mínimo despiste, pero se puede. La manera que ha escogido Luis Enrique de jugarse su seguridad con una moneda al aire.

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