jueves, 16 de junio de 2022

Laia Palau: «No quería acabar asqueada»

Laia Palau (Barcelona, 42 años) puso fin hace un mes a su carrera como jugadora de baloncesto. Tras más de 25 años de profesional, donde ha botado desde República Checa a Australia y ha ganado 45 títulos (33 en clubes y 12 con la selección), la jugadora se vistió de largo. -¿Cómo decidió retirarse? -No me levante un día y lo decidí. Llevo muchos años planteándomelo. Todos lo veranos, cuando tocaba renovar contrato, intentaba estar muy segura de si iba a ser capaz de dar todo. Después de Tokio me doy cuenta que no quería jugar más aquí, pero sí que quería estar aquí. Cuando acabé la temporada dije ‘hasta aquí’. A la semana siguiente ya me puse a trabajar para el Girona y a la siguiente ya estaba aquí con la selección. Ahora estoy en medio del proceso, no he cambiado de vida. -No se veía fuera del baloncesto. -Quiero estar muy pegada a él, pero también necesito saber de qué manera. No quiero volverme loca, tomar decisiones que me esclavicen para siempre. Me he comprometido con el club y con la Federación, pero siempre con los ojos muy abiertos porque tengo que descubrir cuál tiene que ser mi relación con el baloncesto. Como gestora, como entrenadora, como directora deportiva, como comunicadora... pero siempre alrededor de este mundo, es mi mundo. Llevo mucho en él y me he ganado un espacio y una voz. En el baloncesto femenino nos quejamos mucho de que queda mucho por hacer, y yo tengo la oportunidad de hacer esas cosas. -¿Qué le decía el cuerpo con 42 años y 25 de carrera en la élite? -Mi cuerpo está muy bien. Por eso me cuesta tomar la decisión definitiva, porque tengo 42 años y me encuentro muy bien. Es verdad que hay días muy terribles pero siempre estaba para jugar, no estoy arrastrándome. No ha sido un año brillante, no he ganado nada y esto para mí es significativo. No quería que esto se repitiese y también quería evitar lesiones importantes, pasarme toda la temporada entrando y saliendo del equipo. Son cosas que han decantado la balanza. La energía que podía haber dado a un año más de carrera la voy a dar a esta nueva etapa. No quería acabar asqueada, romper esta relación tan bonita que tenía con el baloncesto. Tiene que ser un ‘te quiero para siempre’. -Cómo era el baloncesto femenino cuando aterriza y cómo es ahora?¿Cuánto ha cambiado? -No era muy difícil evolucionar. Veníamos de un páramo. Todo tiene su proceso. Se dan varias cosas a la vez. El cambio viene cuando la Federación empieza a invertir más, hace 20 años. José Luis Sáez decide que hay que darle algo más de cuerda al asunto. Luego se junta una generación potentísima que gana de todo y obliga a la prensa a escribir de lo que está pasando. La liga nacional también crece, y hay varios proyectos millonarios que suben el nivel. Luego fue una mierda, porque con la crisis todo se fue al garete, la liga quedó desamparada y hay unos años de navegación. Las de la selección estábamos jugando fuera. Ahora vuelve a reflotar, con la Federación apoyando y la gente siendo más consciente. Pero no nos engañemos, hay mil millones de cosas que aún están mal. Sobrevivir es complicado. -¿Cómo se encontró en su debut ante Italia, le dieron ganas de quitarse el chándal y saltar a la pista? -No tengo ningún problema con esto. Lo tenía muy claro, hay relevo de sobra y desde hace rato. En baloncesto, para hacerlo bien, no hay que meter solo canastitas. Me encanta verlas, los últimos años mi cerebro ha estado muy compartimentado entre jugar y verlas desde la lejanía, me fijaba en otras cosas. Para mí ver a Maite o a Silvia... Echo de menos el vestuario, las risas y la tontería del equipo. Pero es verdad que ahora estoy muy cerca y hay momentos de pista que pienso, ‘esto lo solucionaría así y no de esa manera’. Obviamente yo no voy a estar mirando para el techo, el baloncesto me flipa. Estoy en los entrenamientos y hay una parte que comparto con los técnicos. El otro día en el banquillo, pues estupendísimo. No sabes la tranquilidad mental que me da, y eso que estaba nerviosísima, rezando para que no la cagasen. Es una posición diferente, otro plano mental. No tengo la responsabilidad final. Me preocupo de mi parcela y lo noté un montón. A lo mejor dentro de un tiempo me parece una mierda, no me fluye la adrenalina, pero ahora mismo estoy muy bien. No tengo 35, he estado mucho aquí. No tengo la sensación de que me haya quedado algún plato por rebañar. He tenido una carrera espectacular. -¿Y ahora? -Esta concentración es muy importante porque empezamos con generación nueva, entrenador nuevo... En noviembre nos jugamos el Europeo porque España tiene que estar arriba. Es una ventana para asumir conceptos. Tengo mucha ilusión por la juventud. Hay muchas que llevan diez o 15 años aquí y a esas no tengo que decirles tanto. Estoy más pendiente de la generación del 97 y todo lo que viene por detrás. Estar cerca de ellas y empujarlas hacia donde nos interesa, que estén enchufadas y acompañarles en su proceso vital de lo que significa ser jugadora. Si me tienen aquí a mí, habiendo sido jugadora y con mi trayectoria, pues creo que soy una persona autorizada para guiarlas.

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