Soberano en fútbol es el que crea ligas, el que puede crear torneos. La UEFA lo es, y crea la Liga de las Naciones, una competición que sirve, de primeras, para que dejemos de hablar un rato de la 14ª. Costaba al principio el tránsito. Pasar del fútbol de clubes al de selecciones. Portugal parecía un equipo más atractivo, con jugadores que han brillado estos meses, frente a una España menor, de perfiles secundarios. Teníamos que adoptar de nuevo la óptica del señor bajito y habilidoso, acostumbrarnos a ese fútbol idiosincrásico. Portugal era mejor y más digna de ser mirada, y España floja al principio, sin el ardor ‘luisenriquista’, sin ese punto de ebullición colectiva que llegó a tener. Así fue, más o menos, hasta que llegó el gol de Morata, en contragolpe tan bien llevado por Gavi. Ahí estaban ya, y empezamos a recordar, los vimos reaparecer un instante, los valores de España, su fútbol rápido y sincronizado. Fuimos poco a poco pasando del brillo nominal del fútbol de clubes, de Leao o Bernardo Silva, que suenan en el ‘mercado’, a la mirada del fútbol de selecciones, que para nosotros ahora es puro colectivismo, algo casi anónimo, un poco coreano, individuos bajo el ego director de Luis Enrique, esquivo, pero finalmente confiable. Era una transición en la que fuimos recordando al equipo ya hecho que es España, la que llegó a plantar cara en esta competición a la Francia de Benzema y Mbappé. Los jugadores de Portugal eran más brillantes y tenían más la pelota, hasta la dominaban a ratos, aunque España no se quedaba sin razón de ser. Su razón de ser ya no es esa, es Luis Enrique. Había un mínimo colectivo que funcionaba, un chasis y un motor que aun no rugía del todo. La selección está lejos de su mejor momento, pero lejos desde el punto de vista psicológico, no futbolístico (aunque quizás sea lo mismo). Le faltaría un punto filosófico, de manía, de énfasis. Se piensa en este Liga de Naciones como en un laboratorio para el Mundial, pero España ya se hizo, y solo tiene que ir cogiendo temperatura, tensión, determinación. Luis Enrique ya hizo la labor de criba y forja, y ahora tendrá que ir ajustando los elementos mecánicos del equipo, perfeccionándolos, atornillándolos, intensificando la presión, renovando la fe en la posesión. Portugal tuvo un mayor dominio del juego y España apareció solo en su lado defensivo y contragolpeador. Ahí tiene que incidir el seleccionador, en nuestra ventaja comparativa, que debe ser redefinida y actualizada. Necesitamos ser férvidos del toque, incluso delirantes.
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