lunes, 13 de diciembre de 2021

Hacia el fin de una era

Después de 15 temporadas y siete títulos, de quedarse a una vuelta de sepultar el récord con mayúsculas de la Fórmula 1 -esos siete campeonatos de Michael Schumacher que parecían inabordables-, de erigirse en intocable pues nadie estaba en disposición de acercarse a él hasta que llegó Max Verstappen, y de haber resuelto la vida de sus tataranietos con salarios siderales que le han convertido en una industria con piernas, Lewis Hamilton puede retirarse a sus aposentos. No es una frase hecha para cerrar un párrafo. Cada final de temporada se especula con su adiós, a un mes de cumplir los 37 años. El invierno pasado el piloto ya introdujo una variable en el tablero de juego cuando insinuó en un par de ocasiones que podría cerrar su periplo en la Fórmula 1 sin intentar al menos sobrepasar a Schumacher. Y dio pábulo a la especulación cuando retrasó la firma de su renovación por Mercedes hasta casi el comienzo de la temporada que acaba de concluir. «Siento ganas de acabar con todo por completo», comentó en una de sus miles de frases que han generado debate, polémica o similares, pues otra cosa no tendrá, pero indiferente no deja. De novato a supercampeón Hamilton ya ha caminado por todos los senderos de la Fórmula 1. En su origen fue un novato desafiante de un campeón del mundo (Fernando Alonso, en aquel volcánico McLaren de 2007) que dejó tierra quemada a su paso por una relación mal encauzada por Ron Dennis, el antiguo patrón. Hamilton fue el triunfador de aquel duelo si nos atenemos a los resultados; al año siguiente, 2008, en su segunda campaña como pasajero de la F1, consiguió el título en un golpe de fortuna en la última curva de la última carrera con Felipe Massa ya en meta creyéndose vencedor. «Solo le temo a no ser lo más grande posible», consideró aquel día, su primera tarde como campeón del mundo. Taponado como Alonso en Ferrari por el supersónico Red Bull diseñado por Newey para Vettel en el ciclo de 2010 a 2012, el británico eligió una nueva vía para construir su carrera. Fichó por un gigante de la automoción que se encontraba en pañales en la Fórmula 1, Mercedes. Sustituyó en el volante a la leyenda con la que está empatado, Michael Schumacher, que fue medio invisible en su retorno a la F1 de la mano de Ross Brawn. «Estoy dispuesto a aceptar la cantidad que sea de sufrimiento para ganar», expuso en el año vacío de contenido (2013), de pura siembra, en el que Mercedes exprimió su trabajo anterior con Schumacher y Rosberg. En 2014 el motor Mercedes y el piloto inglés arrancaron como una centella en la era híbrida, insuperables hasta este domingo alcanzando marcas insospechadas: 81 victorias, más de un 40 por ciento de las probabilidades de éxito en cada temporada. Es decir, Hamilton ha ganado casi una de cada dos carreras que se han celebrado en la F1 desde entonces. «Siento que la gente espera que falle, así que yo espero ganar», declaró en tono desafiante cuando no había otra alternativa en la F1 que su caudillaje. Solo fue interrumpido en 2016 por su compañero Nico Rosberg, quien ganó y se retiró, tal vez para no volver a perder en las comparaciones con Hamilton. Aquella campaña se especuló con el mal de amores como argumento de la derrota del británico tras su ruptura con la cantante de las Pussycat Dolls, Nicole Scherzinger. Nunca más. Hamilton había conquistado todos los campeonatos desde entonces, hasta la fatídica última vuelta en Abu Dabi previo paso por el coche de seguridad y el accidente de Latifi. Cuatro Mundiales consecutivos sin más oposición que la resistencia de Max Verstappen en este curso. En el holandés ha descubierto un enemigo a su altura, tan voraz en la pista como inconformista fuera de ella. Ese adelantamiento con las ruedas rojas queda para la historia, derrota sin paliativos del fetiche de la F1. «Habla siempre en la pista, me dijo mi padre desde el primer día. Y es lo que he hecho», confiesa en referencia a Anthony, su progenitor, inmigrante de la isla caribeña de Granada, extrabajador del metro de Londres que le puso de nombre Lewis a su hijo por su admiración hacia el atleta Carl Lewis. Hamilton ha trascendido en la Fórmula 1. Su pelea contra el racismo, su defensa de los derechos civiles y su creencia en un mundo mejor le han transportado a un mensaje más global, sin referencia a tanta válvula, motores o neumáticos blandos. «No nacemos con racismo y odio en nuestros corazones, eso nos lo enseñan aquellos a quien admiramos», dijo a propósito del movimiento 'Black lives matter' (Las vidas negras importan). Hamilton, el primer piloto negro en la historia de la Fórmula 1, se ha quedado a las puertas de ser el más grande con ocho campeonatos. «A todos los niños les digo: no dejéis que nadie os diga que no podéis hacerlo. Soñad con lo imposible», decía antes de sufrir en su piel el amargo sabor del segundo puesto. Abu Dabi podría suponer el final de una era para Hamilton y Mercedes. Los pilotos y las escuderías esperan 2022 como si fuera el maná. El cambio de reglamento, la congelación de motores, la menor influencia de la aerodinámica y la limitación de presupuestos igualarán en teoría las prestaciones de los coches. En teoría y en condicional. Y sin que nadie sepa hoy en qué punto del progreso se encuentra y quién mandará en la parrilla el próximo marzo.

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