martes, 28 de diciembre de 2021

El año en el que Isabel Díaz Ayuso se encontró a sí misma

Isabel Díaz Ayuso (Madrid, 1978) comenzó 2021 en una incómoda coalición de Gobierno, con una tercera ola de la pandemia que arrasaba de nuevo los hospitales madrileños y una tormenta de nieve, Filomena, que sumió a Madrid en el caos durante días. Un año después, ha roto ese matrimonio de conveniencia con Ciudadanos, se la ha jugado en unas elecciones y las ha ganado: gobierna en solitario, a su manera. Pero la felicidad nunca es completa, y la presidenta plenipotenciaria vive enfrentada a la dirección nacional de su partido, que la cuestiona a pesar de que, gracias a ella y a su victoria el 4-M, el PP salió del pozo en que lo habían sumido sus desastrosos resultados en las elecciones catalanas del 14 de febrero. Las cosas venían torcidas para Díaz Ayuso cuando comenzó 2021. Sus peleas con el socio de Gobierno, Cs, cada vez eran más visibles. Su propuesta estrella en pandemia, el Hospital Zendal, había sido recibido con manifestaciones y se enfrentaba a una dura campaña de sabotajes. Filomena descuadró toda iniciativa, con la región paralizada por el hielo –hubo que suspender las clases porque literalmente no se podía llegar a los colegios–. Y ella se encontraba constreñida por una pareja política incómoda, de la que desconfiaba y que le impedía desarrollar su política ‘a la madrileña’. Así las cosas, decidió dar el golpe de gracia. Y lo hizo el 10 de marzo, cuando al final de su Consejo de Gobierno, anunció que disolvía la Asamblea y convocaba elecciones anticipadas. Un paso que pilló con el pie cambiado a Cs, en una operación que se ha reproducido casi al milímetro esta misma semana en Castilla y León, con acusación de moción de censura incluida, que los naranjas negaron y niegan. En el lío Como casi siempre en la carrera de Ayuso, todo termina siendo un lío: la convocatoria electoral tuvo que ir a los tribunales para aclara qué había sido antes: su disolución de la Asamblea o la presentación en ésta de dos mociones de censura, por parte de PSOE y Más Madrid; y uno de los fichajes populares, Toni Cantó, se quedó fuera de la lista también por decisión judicial. La campaña de Madrid se convirtió en el centro de la política nacional desde que Pablo Iglesias anunció que dejaba la vicepresidencia del Gobierno para enfrentarse a Ayuso. El efecto mediático de la presidenta comenzó a dispararse. Y los resultados del 4-M la catapultaron: no sólo se ‘comió’ a Cs sino que consiguió neutralizar a Vox y sumar más votos que toda la izquierda. Desde ese momento, ya desembarazada del ‘lastre’ que consideraba su pareja de baile hasta entonces, Cs –«en cuanto han salido, ella ha podido hacer cosas», afirman sus más cercanos–, Díaz Ayuso hizo un gobierno con el que empezar a desarrollar las políticas que consideraba necesarias. De ahí han salido el impulso a la Ley Maestra, la Ley de Rebajas Fiscales, la supresión de los impuestos propios y un recrudecimiento de la estrategia de choque directo con Pedro Sánchez. Díaz Ayuso ha ganado en seguridad en sus apariciones públicas. Y también a la hora de gestionar: lleva sus decisiones hasta el final, sin encontrar el freno –o contrapeso– que antaño ejercía Ciudadanos, aunque generen críticas. Y lo hace sin complejos: una de sus primeras decisiones fue cambiar la ley para poder sustituir al director de Telemadrid, la televisión pública autonómica que, en su opinión, nunca la trató bien. La otra batalla ha sido conseguir unos presupuestos, los primeros, con el apoyo de Vox. Le ha costado meses de negociación y, seguramente, morderse la lengua en ocasiones. Pero lo ha conseguido. «Ha sido un triunfo político de ella, y le ha salido prácticamente gratis», aseguran en su entorno. Lo cierto es que el partido de Rocío Monasterio la ha dado su apoyo sin lograr el cambio que exigía en las leyes LGTBI. Proyectos perdidos El año de la nueva era de Ayuso ha traído la reactivación de la Ciudad de la Justicia, el proyecto maldito de los otros gobiernos populares; y la puesta en marcha de su plan de ayuda a madres jóvenes, único en España. Pero también ha perdido cosas por el camino, como aquel plan de Cs para poner en marcha un abono 30X30 –que ayudara a los cientos de miles de madrileños que, al cumplir los 26 años, pasan de un abono de 20 euros a pagar casi el triple–, o la Ley para la protección del funcionario denunciante de corrupción, que se empezó a tramitar en el Gobierno PP-Cs y decayó con el adelanto electoral, para quedar en vía muerta desde entonces. Ahora que todo parecía en condiciones de ir viento en popa, con un gobierno fuerte y un apoyo parlamentario potente, Díaz Ayuso vuelve a darse de bruces contra un obstáculo. Uno especialmente doloroso: es la dirección de su propio partido quien la cuestiona, primero de forma soterrada, después con toda crudeza. Su intención de presidir el PP de Madrid, como hacen otros barones regionales en sus territorios, no ha gustado en Génova, que no ha dudado en expresarlo en público. «Mientras ella gestiona, el mayor freno lo tiene a nivel interno», reconocen. Y avisan: «No va a retirar su compromiso de presentarse» a presidir el PP de Madrid, «pese a quien pese».

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