viernes, 31 de diciembre de 2021

Y fue Nochevieja en Sol

Día de San Silvestre según el santoral cristiano. Y la ciudad, sabedora de que las Campanadas de Sol trascienden a Madrid y que Madrid, el Madrid de los cuartos y las uvas, trasciende España. Porque el intento, la Plaza vacía a la que se asomaron hace un año la Pedroche y Ana Obregón entre otros astros catódicos, fue algo descafeinado, que se asimiló como pudo. Esta Nochevieja 2021 hubo campanadas previas, que es ese ensayo para familias que tampoco querían multitudes. Y contó este periódico que en las vísperas todo salió fetén, con sus asistentes controlados, 7.000 personas posibles y 730 y un día después de las últimas: cuando poco se sabía del bicho ni de nada. Previa en la Mariblanca En el último día del 2021 en los alrededores de la Puerta del Sol, en la Mariblanca, todo era un mareo de escaparates que iban cerrando y un olor a fritanga que ya mutaría por el de la pólvora, mucho 'selfie' al cielo casi primaveral de Madrid y al reloj, que ha estado ahí mucho antes de la canción de Mecano. El ultimísimo ensayo fue al medio día, y todo fue como un reloj. Un reloj suizo. Un reloj que, admitía Armando, con una cazadora abierta, «te puede gustar mucho o poco, pero siempre acompaña y es uno más de la familia». Asentía su pareja, Elena, que no sabía si él y su acompañante, de Cáceres y en una pensión, se iban a meter en el enjaulado de la Plaza cuando la cuenta atrás y los matasuegras. Alaska y los cuartos Poco a poco iban llegando policías, controlando el perímetro, 300 de la Municipal y 300 de la Nacional, con la mejor cara con la que podían afrontar una noche que no era heladora. Madrid, frente a otras grandes capitales, ha tenido su tradición de Nochevieja, siquiera sea con calvas en la distancia interpersonal y con las mascarillas que fueron el salvoconducto para el momento histórico y reiterativo de los cuartos y los 'ding, dong'. Así lo ha venido repitiendo un machacón mensaje de los altavoces que después serían una zambomba y después, Alaska. Y después Bosé y Mecano. Y luego Raphael entre villancicos instrumentales. Tito, donde le dejaban, iba moviendo su carromato de bolsas de cotillón (a 2,50 euros) y de cuernos de Rudolph, que es un 'must' que aquí Tito, feliz en un día señalado, vendía a «dos pavitos» por ir democratizando el atuendo de reno feliz. Libertad el 31 Y así fue llegando el momento cumbre: en alguna terraza, una señora fuera de sus cabales gritaba que la «llevaran a la comisaría de Leganitos» como en una escena valleinclanesca, y más adelante - era de esperar- la inevitable gresca, la consuetudinaria, en el cruce entre Esparteros y Mayor. Con todo, la UIP solucionó pronto la cosa y antes el cronista pudo charlar con la larga cola que quiso entrar a esta suerte de La Meca de los 31 decembrinos que es la Puerta del Sol. Allí Luis Miguel aguantaba estoico la espera; casi que se olían los naranjos, y por eso él, de Cali, y su compañera, de Medellín, estaban aquí por cuanto «esta tradición tan española representa un gesto de libertad». La fila, la larga marcha, dejaba imágenes que desmentían el tópico fiestero. Marta había venido de Barcelona y soportaba que diera la hora bruja leyendo a Siri Hustvedt. Marta arribaba a Madrid tras una larga enfermedad y, superada felizmente, no quería «esperar que nadie la acompañase», sino cumplir un sueño que habrá que cifrarlo en lo más profundo de su infancia. Los checkpoints En el callejeo de Espoz y Mina y adyacentes, en ese Madrid de la provincia, el vecindario agobiaba las cenas. Y se cortaron las calles, y los foráneos andaban desubicados preguntando por dónde volver a casa. Había checkpoints policiales que siempre parecían el mismo y no lo fueron, de ahí la amabilidad del municipal cuando se le preguntaba cómo evitar Sol. Vendía el 53, la Lotería del Niño, Luisa de Anta, que entre otras profesiones es escritora, editora de sí misma y pedía espacio y canonjía. Consignado quede aquí su ruego en un día tan dickensiano. El 'uvódromo' Los siete mil que pudieron entrar al 'uvódromo', menos de la mitad del aforo natural, podían sentirse afortunados. Guardaban cola para el baño en ocho mingitorios, porque las Autoridades dieron vasos de plástico a los cubatas y a las cervezas para evitar el vidrio. Por eso mismo, Mar, de Albacete, calculaba en veinte minutos la espera al WC, que luego sería mucho más. La Casa de Correos lucía rojigualda, y al Star System televisivo lo aplaudían cuando se asomaba embutido en sus modelitos: jamás Tío Pepe, sol de Andalucía embotellado, se vio en una de éstas. O ya no nos acordábamos. Entró el nuevo año. Sonaron los petardos, españolísimos, y cada cual volvió a su casa con la tradición cumplida.

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