
Los Reyes viajaron ayer a Cataluña para acudir a un acto oficial -la entrega del premio Cervantes, que es el más grande de las letras españolas- y, por primera vez en democracia, lo hicieron de incógnito. Tanto Moncloa como Zarzuela ocultaron previamente la visita y no la hicieron pública hasta que Don Felipe y Doña Letizia estaban de regreso en Madrid. Se da la circunstancia de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tenía previsto inicialmente acompañar al Rey en este viaje a Cataluña, donde ambos iban a visitar juntos la planta de Seat en Martorell. Sin embargo, Sánchez tuvo que suspender el viaje, al verse obligado a guardar cuarentena, por haber mantenido contacto con Emmanuel Macron -que dio positivo al Covid-, y Moncloa pidió a Seat que aplazara esta visita. Presencia de bajo perfil Además, el viaje que Don Felipe y Doña Letizia hicieron ayer a Barcelona es el primero a Cataluña después de que el Gobierno consiguiera sacar adelante su proyecto de los Presupuestos Generales del Estado con el apoyo de ERC, tras una negociación en la que los separatistas pidieron que las visitas del Rey a Cataluña tuvieran el perfil más bajo posible. Y lo cierto es que la de ayer lo tuvo. La presencia de los Reyes en Barcelona también coincidió con la disolución del Parlamento de Cataluña, al finalizar ayer el plazo para investir como presidente de la Generalitat a un sustituto de Quim Torra. Al haber transcurrido los dos meses previstos, se convocaron de forma automática las elecciones autonómicas para el próximo 14 de febrero. Las peculiares circunstancias en las que se produjo esta visita de los Reyes a Cataluña han avivado la polémica sobre la presencia de la Corona en esta Comunidad autónoma, tres meses después de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, prohibiera a Don Felipe viajar a la Ciudad Condal para entregar los despachos a la nueva promoción de jueces. El motivo del desplazamiento de los Reyes era entregar en persona y antes de que acabara el año el premio Cervantes al poeta Joan Margarit, ya que la ceremonia tradicional, que se celebra el 23 de abril en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, tuvo que ser suspendida la pasada primavera como consecuencia de la pandemia. Sin embargo, la entrega del premio Cervantes pasó a un segundo plano, al quedar eclipsado por las extrañas circunstancias, no atribuibles a la pandemia, en las que se produjo el viaje de los Reyes. Lo cierto es que no se tuvo conocimiento de esta visita hasta poco antes de las dos de la tarde de ayer, cuando La Zarzuela informó a los medios de comunicación de que los Reyes se habían desplazado por la mañana «con carácter privado» a Barcelona. El anunció sorprendió a la prensa, pues el pasado viernes la Casa del Rey había anunciado que esta semana no habría «actividades oficiales con cobertura informativa». «Carácter privado» Pero lo más sorprendente era que Zarzuela atribuyera «carácter privado» a un acto al que los Reyes acudieron acompañados por un ministro de jornada, el titular de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes; que se celebró en el Palacete de Albéniz, que es la residencia oficial de los Reyes durante sus estancias en Barcelona, y cuyo objetivo era entregar el premio más importante de las letras españolas, el Cervantes, que concede el Gobierno. Precisamente, la entrega de este galardón en Cataluña y a un poeta catalán podía haberse convertido en un acontecimiento de gran interés institucional y cultural en unos momentos en los que el español va a dejar de ser lengua vehicular en esta Comunidad autónoma. Pero este hecho pasó prácticamente inadvertido. La Zarzuela atribuyó «carácter privado» a la entrega del premio más grande de las letras españolas Según añadió La Zarzuela, en su nota a los medios de comunicación, la entrega del premio Cervantes tuvo lugar «en el transcurso de una breve ceremonia de carácter íntimo y familiar», y durante el acto, el poeta, que estuvo acompañado por su esposa, hijos y nietos, leyó sendos poemas en castellano y catalán. Poco después de anunciar la visita de los Reyes, Zarzuela facilitó fotografías y vídeos del acto, como suele hacer con cualquier actividad oficial de la Familia Real y ofreció más información en la página web de la Casa del Rey, en la que solo se informa de los actos oficiales, no de los privados. Por lo tanto, la visita «de carácter privado» también recibió tratamiento de acto oficial por parte de la Jefatura del Estado. También el ministro de Cultura contó la visita en su cuenta de Twitter: «He acompañado a los Reyes a Barcelona, para entregarle a Joan Margarit el premio Cervantes. Ha sido un acto entrañable y muy emotivo». En el vídeo distribuido por Zarzuela se veía a los Reyes llegar a Albéniz, donde fueron recibidos por Margarit, que no podía ocultar su alegría. «Nos daríamos un grandísimo abrazo, pero tiene que ser a distancia», dijo Don Felipe al poeta, de 82 años. «Antes que nada -comentó Margarit-, gracias por la deferencia... No sé si lo merezco, pero estoy encantado». «Me cabe el enorme honor de entregarte este premio, que significa mucho, muchísimas cosas... No podemos hacer discursos aquí, pero bueno», añadió el Rey en el momento de la entrega de la escultura y la medalla acreditativas del premio más importante de las letras españolas, que le fue concedido como reconocimiento a su obra, tanto en catalán como en español, su lenguaje innovador y la pluralidad cultural que representa. Curiosamente, la visita más peculiar de los Reyes se ha producido bajo el Gobierno de Pedro Sánchez, un presidente que siempre ha defendido la idea de «normalizar» la presencia de la Corona en Cataluña. La última vez que Don Felipe viajó a la capital catalana fue el 9 de octubre, cuando acudió a la Barcelona New Economy Week (Bnew), un evento en el que estuvo acompañado por Sánchez. La seguridad estaba garantizada aunque se hiciera público el viaje Se podrá esgrimir cualquier argumento para justificar que los Reyes viajen a Cataluña, o que si lo hacen sea de incógnito, menos el de la seguridad, porque siempre ha estado y estará garantizada, no solo por la Policía y la Guardia Civil, sino también por los Mossos d’Esquadra, que son los que tienen la competencia en esa materia. Para la Policía autonómica no supone un problema grave evitar cualquier incidente que pueda afectar a Don Felipe y Doña Letizia en las visitas que hagan a Cataluña, como se ha demostrado ya en otras ocasiones en que lo han hecho. Una cosa es que pueda haber protestas de los de siempre, más o menos importantes, y otra muy distinta que eso derive en problemas que afecten a la normalidad de la agenda de los Reyes. Máxime ahora, cuando el fervor independentista radical ha disminuido mucho, entre otras razones, por el hastío de los catalanes ante este asunto. La seguridad de los viajes de la Familia Real a Cataluña se organiza entre los servicios de la Casa y los Mossos d’Esquadra, principalmente, porque este Cuerpo es el que tiene la competencia. Por supuesto, a las reuniones de preparación acuden también los responsables de la Policía Nacional y la Guardia Civil en la comunidad -en el caso de Barcelona se cuenta también con la Guardia Urbana para facilitar los desplazamientos- y entre todos se monta el dispositivo correspondiente. El diseño del mismo sigue criterios estrictamente profesionales y cada uno actúa dentro de sus competencias, lo que evita cualquier tipo de suspicacia. Las relaciones de los Mossos con la Policía y la Guardia Civil son muy buenas en este momento, tras haberse superado por completo las dificultades que atravesaron a raíz del referéndum ilegal del 1 de octubre. Tras esa crisis, las relaciones se han recompuesto y quedaron definitivamente restañadas con motivo de las gravísimas algaradas ocurridas en Barcelona.
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