Hace mucho frío. Y no solo en las calles, ni en las conversaciones de ascensor, ni en las paradas de autobús. Hace frío en los salones, entre el árbol de Navidad y la estantería; en los huecos del puñado de días de un calendario caduco; y en los dormitorios, entre la almohada y el sueño. Hace un frío distinto a los soplidos gélidos de la meseta que enseguida atemperaba el crepitar balsámico de cualquier chimenea. Pero ahora no. No he encontrado un corazón caliente que me reconforte estas Navidades de lejos. Hace demasiado frío, bajo los puentes de París donde dormitaba Andreas de «La leyenda del santo bebedor», de Joseph Roth. Ese País que no es del amor, ni del... Ver MásDe España https://ift.tt/2KA0D4U
0 comentarios:
Publicar un comentario