miércoles, 30 de diciembre de 2020

Fátima, una vida truncada por la morfina, la pena y la prisión

Fátima Ofkir Reyes tenía 16 años cuando sus padres se separaron. Era entonces una adolescente feliz, ambiciosa y aplicada involucrada en todo tipo de entidades y asociaciones en su ciudad natal, L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona). «Hablaba bien, tenía don de gentes», señalan. Su vida hoy es un infierno marcado por el aislamiento y el maltrato al que es sometida en una prisión de mujeres Omán, a más de 5.000 kilómetros de su casa, donde es obligada a usar un burka negro de cabeza a pies y a hacer los cinco rezos musulmanes diarios a pesar de ser católica. La historia de de esta joven española, una de las presas más jóvenes fuera del país, se truncó poco antes de cumplir la mayoría de edad, cuando empezó a relacionarse con personas «poco recomendables» que la acabaron convenciendo para viajar a Omán a recoger un paquete a cambio de un dinero que ella entregaría a su madre, que atravesaba una profunda depresión tras su divorcio. Una vez en ese país, al que viajó de escondidas, y con el paquete, una maleta llena con siete kilos de morfina con un precio de mercado de más de 200.000 euros, decidió que no quería formar parte del trato, se arrepintió, y llamó a su madre, que pensaba que estaba pasando el fin de semana fuera de la ciudad con una amiga. «Se ve en el hotel, ve que todo aquello es un error y antes de que la Policía la encuentre entra en conciencia, y empieza a desistir. Mandó mensajes a su contacto español. Desde España le dicen que no se vaya a la habitación, le prometen que vendrán y cogerán la mercancía y ella acepta. En ese esperar, durante esa noche, entra la policía en la habitación y la encuentra con los siete kilos de morfina», relata a ABC la abogada de la joven, Mónica Santiago. «Fátima dice que ese viaje a Omán fue el mayor error de su vida. Ella, en su ego adolescente pensó que podría, y se arrepintió antes de hacerlo», añade la letrada, que cogió el caso hace pocas semanas tras recibir a su madre, Rosario Reyes, desesperada al conocer que su hija estaba condenada en sentencia firme por el Tribunal Supremo de Omán. Vive aislada en una cárcel de mujeres en la que es la única europea y sobrevive gracias a la comida que le facilita la embajada española en Muscat En estos momentos la joven española atraviesa una depresión, vive aislada en una cárcel de mujeres en la que es la única europea y sobrevive gracias a la comida y el dinero que le facilita la embajada española en Muscat (en las prisiones omaníes los reos no tienen derecho a pensión completa). La joven, que está empezando a hablar árabe y solo se relaciona con algunas presas de origen filipino, se comunica con su madre algunas veces al mes gracias a las tarjetas de teléfono que le facilita el servicio diplomático español. Su madre, profundamente afectada, no ha podido contactar con ella esta Navidad y su abuela está ingresada en un hospital de Barcelona. Según la familia, el padre no ha dado señales, pero se comunica con su hija de vez en cuando. «La madre no la ha podido ver en dos años, desde que está presa», explica una persona del entorno de la familia ligada a la campaña «Free Fátima» que amigos y conocidos han impulsado para repatriar a la joven a pesar de que no existe ningún tratado de extradición entre España y Omán. La familia y sus representantes legales han llamado a todas las puertas: de la Casa Real al Vaticano, pasando por el Congreso y el Europarlamento. «Ahora parece que la cosa se empieza a mover, pero es que hasta hace nada todo se hizo muy muy mal», relatan. No en vano, el caso de Fátima fue «llevado» por un hombre sin título de abogado en Omán, que a su vez delegó las labores legales a un despacho de Muscat que desprecia el caso de Fátima por ser mujer y estar relacionado con las drogas, un delito muy mal considerado en este país árabe. «El despacho en Omán incurrió en negligencias profesionales de todo tipo, como presentar el recurso ante el Tribunal Supremo de Omán fuera de plazo. Es un error garrafal, más aún cuando tu cliente está en prisión», apunta Santiago a este diario. Con todo, la defensa de Fátima se muestra confiada en la pronta resolución -por la vía diplomática, el Ministerio de Exteriores de España ya está en ello- de un caso marcado por el desamor, la distancias, la prisión y el infortunio.

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