domingo, 25 de octubre de 2020

La derecha española se tumba en el diván

«Hagamos España grande otra vez». Lo dijo Iván Espinosa de los Monteros el jueves en el Congreso parafraseando el lema que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca: «Make America great again». Fue el ejemplo más claro de la vinculación de Vox con la forma de hacer política del presidente de Estados Unidos. Santiago Abascal lo extendió a este lado del Atlántico al aplaudir los «movimientos patrióticos europeos». Lo hizo sin citar: Le Pen, Viktor Orban, ¿Alternativa por Alemania? Lo de Vox en la moción fue una enmienda a la totalidad del movimiento liberal conservador que representa como nadie Angela Merkel. Fue una enmienda a los referentes del PP, una enmienda a la totalidad de lo que defiende Pablo Casado. Y fue una reivindicación de las políticas de la derecha más antieuropea. O anti Unión Europea. ¿Calibró bien Vox el efecto de arremeter contra la UE en un momento en el que los españoles esperamos su maná como agua de mayo? Trump o no Trump Ojo a las elecciones de Estados Unidos del 3 de noviembre, dentro de 8 días. Alguien me indica que «la forma de entender lo que es razonable a izquierda y derecha lo marca Estados Unidos mucho más de lo que aceptamos y asumimos en España». Lo que pasa allí nos llega aquí tiempo después, y el marco mental que surja en unos Estados Unidos gobernados por Joe Biden tendrá su efecto en el resto del mundo occidental, en concreto en España, y en particular en el debate abierto entre PP y Vox. Trump o no Trump. Esa es la cuestión. ¿En qué afecta el resultado del próximo martes? Intuyo que en Vox cuentan con el efecto positivo para ellos de cuatro años más de Trump en el poder, pero, ¿han calibrado bien las consecuencias de una derrota? No hay trumpismo sin Trump. Las etiquetas de Casado Casado carga con demasiadas etiquetas. Es lo que pasa cuando eres un líder joven en un partido viejo. Cuesta matar al padre, y él tiene muchos padres y no acababa de ser él mismo. Hasta el jueves por la mañana, Casado ha sido la mirada del que le mira: un «aznarín», se ha dicho desde la izquierda, cargando al apelativo un soniquete despectivo: un facha. «Es la derechita cobarde de Rajoy», han dicho desde la derecha de Vox, cargando al adjetivo un soniquete blandengue: un socialdemócrata. El facha y el socialdemócrata, a la misma vez. Todo y nada. Esa catalogación permanente es una forma de despersonalización, de anulación del líder político. Desde la izquierda y desde la derecha. Por eso ha sido relevante para el PP su golpe en la mesa. Pero cuidado: lo que Pablo Casado vaya a ser en el futuro dependerá de lo que haga a partir de ahora. El tablero político «Que hablen de mí, aunque sea mal». Es un lema publicitario que bien podemos aplicar a la política española. Jueves, 10:45: Pablo Casado se sube a la tribuna del Congreso de los Diputados y pronuncia un discurso que en términos de liderazgos nacionales supone la mayor sorpresa desde el abrazo de Pablo Iglesias a Sánchez, el batacazo de Albert Rivera, la irrupción e Vox en Andalucía y la moción de censura a Rajoy. Para encontrar un protagonismo similar de Casado tenemos que irnos hasta su victoria en el Congreso del PP en julio de 2018. Eso significa que en términos de presencia pública su discurso del jueves fue la mejor noticia para el PP en año y medio. Moncloa Producciones La sorpresa del discurso de Casado también tuvo su efecto sobre la estrategia de La Moncloa, con sus gurús obligados a improvisar: uno de los pilares de la estrategia de Iván Redondo es copar los medios de comunicación, y el discurso de Casado había desplazado el omnipresente protagonismo sanchista. En el Gobierno lo admiten y desde que Casado se bajó de la tribuna están tratando de neutralizar a quien es realmente su rival. Por eso, el mismo jueves, Sánchez improvisó en el Congreso un anuncio para robarle titulares a Casado a costa de una supuesta rectificación en relación con la reforma del CGPJ. En La Moncloa ya tenían decidido dar marcha atrás, pero no por el giro de Casado, sino porque la Unión Europea ha humillado reiteradamente al Gobierno de España por presentar una reforma impropia de un país del corazón de Europa. Hasta la Comisión de Venecia ha posado su mirada sobre Sánchez, y eso erosionaría con deshonor la imagen internacional de Sánchez. No olvidemos que Europa aún no ha acabado de desenmascararle. Ya el viernes, Sánchez ofreció un nuevo «aló presidente» y después puso a sus comunidades autónomas a hacerle el trabajo sucio para proclamar el estado de alarma: el mensaje es que Sánchez lo aprueba porque ellas se lo piden, luego la responsabilidad sobre lo que pase es de las regiones, no del Gobierno. El sábado la foto es con el Papa y el domingo el Consejo de Ministros extraordinario: desde que habló Casado el jueves hasta hoy, Sánchez ha copado todo el espacio mediático. Esto se llama Producciones Redondo. El votante de Vox Señala Antonio Pérez Henares: «Si, como clamorea el personal de Vox, Casado se ha suicidado, deberían estar encantados, ¿no? Y se les ve cabreadísimos». El propio Abascal explicitó ese enfado el viernes con Federico: «Casado ha pateado de manera inmisericorde e injusta a su único socio leal». Lo explicitó y lo convirtió en advertencia, pero ¿ha calibrado Vox el efecto de romper o boicotear los Gobiernos del PP y Ciudadanos? ¿Tiene otra alternativa a apoyarlos? La respuesta es no, y esto nos lleva a una reflexión que puso sobre la mesa Cayetana Álvarez de Toledo al defender públicamente la abstención y votar disciplinadamente no: «Me pregunto si el proceso iniciado hoy conduce a la voladura de Vox o sólo a la voladura de los puentes con los votantes de Vox». ¿Será capaz Casado de aplacar la ira del votante de Vox? ¿Y de los dirigentes? ¿Ha diseñado una estrategia al respecto? El centro no existe Poco antes de morir, Alfredo Pérez Rubalcaba reflexionó sobre la irrupción de Vox, que acababa de aparecer en las elecciones andaluzas. «La política tiene un centro de gravedad, y ese centro de gravedad depende de los actores en juego. Es evidente que cuando hay más actores en los extremos, la política se mueve y afecta a todo». Y concluyó irónico: «Ya somos europeos». Dos años después, esta reflexión adquiere todo su significado, sobre todo después de la moción de censura de Vox a Pedro Sánchez y a Pablo Casado. El tablero ha saltado por los aires, y el futuro está por escribir. Hacía mucho tiempo que el PP no ocupaba el centro del tablero político, en ambos sentidos de la palabra centro. En la conjunción de todos estos puntos está el debate de la derecha en España. Quien extraiga conclusiones definitivas se equivocará, porque el final de esta historia está por escribir. Los principales escribanos serán Casado y Abascal, y de las decisiones que ellos tomen hoy dependerá que, algún día, la derecha vuelva a gobernar España.

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