miércoles, 28 de octubre de 2020

«El desahucio estaba paralizado; nos echaron sin compasión»

Una mesita de madera es lo que único que queda del drama, el martes, ante una vieja fachada del barrio de Pan Bendito. Cuando la Policía Nacional llamó a su puerta, un cuarto piso en la plaza del Conde de Benavente, Adoración Cano no había recogido la casa. «Mire usted, me está diciendo la Sareb que el desahucio está paralizado, que están regularizando nuestra situación», intentó explicar a los agentes. Pero todas sus posesiones fueron arrojadas a la calle, a una pequeña zona ajardinada junto al bloque de pisos. Su familia, formada por su hijo, su nuera y sus cuatro nietos, de entre 1 y 5 años, también. Los siete estuvieron sentados, horas y horas, en su sofá, que colocaron frente al portal del que fuera su hogar durante dos años. En pleno estado de alarma. «Ví a muchos policías por la mañana, muy pronto. A las seis de la tarde, salí a pasear a mi perrita y aquí seguían», aseguraba ayer una vecina, Lucía Rodríguez, mientras daba otra vuelta con su fiel compañera. «Estaba todo aquí, su sofá, sus muebles... Estaban muy mal, como desorientados. Se me partió el corazón», declaraba. La noticia del desahucio, adelantada por la Cadena SER, se ha extendido por este pedazo del distrito de Carabanchel, una de las zonas más empobrecidas de la capital. Hacía meses que los servicios sociales del Ayuntamiento de Madrid mediaban entre la familia de Adoración y la Sareb —el conocido como «banco malo»— para evitar su desalojo, según fuentes municipales. Hacía dos años, los siete se mudaron a Pan Bendito, donde pagaban un alquiler de 350 euros al propietario del piso. Pero poco después descubrieron que el arrendador no era tal: la vivienda estaba en manos de la Sareb. Entonces arrancaron las negociaciones para conseguir un alquiler social, a la par que se iniciaba el proceso de desahucio. El pasado julio lograron impedirlo. La situación, no obstante, se torció. «En julio solicitamos el Ingreso Mínimo Vital (IMV) y nos retiraron la petición de la Renta Mínima de Inserción (RMI). Ni una cosa ni la otra», cuenta, en conversación telefónica con ABC, Adoración, tras pasar la noche en casa de su otra hija, que reside en Carabanchel con su marido y dos hijos, «ya mayores». «Los servicios sociales nos ofrecieron ir a una pensión, primero, pero luego lo cambiaron por un albergue. Yo soy una persona de alto riesgo, a ese sitio no puedo ir con la pandemia», explica esta mujer. A sus 63 años, padece una discapacidad del 55 por ciento y «varias cosas»: insuficiencia renal del 29 por ciento, hipertensión, hace un año sufrió un trombo y hace dos días se hizo unos análisis. «Me han dicho que tengo que ir otra vez porque han salido un poquito mal», confiesa, aunque la salud ha quedado relegada por el disgusto. Sin ayudas y sin ingresos, uno de los requisitos que exigía la Sareb para conceder el alquiler social, su familia quedó desprotegida. «Estamos todos apuntados en el paro desde hace muchísimo y no nos llaman. Nos da igual, para limpiar suelos, para cualquier cosa...», asevera la sexagenaria, que recuerda la traumática experiencia del martes. «El día anterior nos dijeron que el desahucio estaba parado. Pero vinieron y nos echaron sin compasión», lamenta. El llanto de uno de sus nietos interrumpe su voz. Adoración, en el Congreso Mientras el Consistorio «sigue buscando soluciones» para esta familia, como afirman desde el Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social, su odisea se introdujo ayer en el Congreso de los Diputados. El portavoz de ERC, Gabriel Rufián, agitó desde su escaño la fotografía que había corrido como la pólvora en redes sociales y encendido las críticas entre los ciudadanos. «Mientras le decimos a la gente que se quede en su casa, la echamos a patadas de su casa. Son ya 11.000 y pico desahucios de enero a junio de este año», espetó al presidente del Gobierno. A raíz de la crisis sanitaria, Pedro Sánchez preveía extender el veto a los desahucios hasta enero de 2021; sin embargo, las órdenes judiciales no han cesado. Ayer, en la Cámara Baja, el dirigente salió al paso desgranando «la batería de medidas sociales» puesta en marcha por su Ejecutivo para paliar los daños de la pandemia. «Vamos a aprobar la primera ley de vivienda de la democracia española», concluyó su discurso. Que se lo digan a Adoración.

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