
No es habitual ver a una tenista jugar con leotardos y chándal o a un ciclista pedalear rodeado de nieve y con temperaturas cercanas a los cero grados. Son los efectos colaterales de la pandemia, que ha sacudido el calendario deportivo sometiendo a los atletas a un cambio climático inédito que trastoca sus hábitos, varía el rendimiento y obliga a una transformación para seguir aspirando a la victoria. El gran ejemplo de esa adaptación es Rafa Nadal, brillante ganador en Roland Garros a pesar del frío y las condiciones de la pista. En París, muchos favoritos dijeron adiós pronto a causa del frío. Azarenka, por ejemplo, cayó eliminada en segunda ronda, contrariada por tener que jugar en un ambiente gélido...
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