jueves, 16 de diciembre de 2021

Triple crimen de Burgos: sacan 11 contenedores de objetos de las propiedades del sospechoso

Once contenedores de obra repletos de todo tipo de cachivaches. Esa es la ingente cantidad de restos que la Policía Nacional ha sacado de las propiedades de Ángel Ruiz, Angelillo, el sospechoso del triple crimen de Burgos, durante los registros que han durado tres días en la pedanía de La Parte de Bureba. Empezaron el martes y concluyeron al mediodía de ayer. Allí, los agentes han peinado tres inmuebles y un garaje -los registros que autorizó la juez- y han visto con los ojos como platos como Angelillo, un personaje alocado y problemático, acumulaba hasta 30 bicicletas, 20 azadas, decenas de rastrillos, placas de matrícula robadas, llantas, aceites, maderas, chatarra, candados, llaves, zapatos de hombre, mujer y niños... un catálago digno de Diógenes, aunque no parece que sea su caso. Había también un coche y un tractor. Los agentes de la Sección de Homicidios y Desaparecidos de la UDEV buscaban objetos que vincularan a Ángel Ruiz con la familia Barrio, asesinada el 7 de junio de 2004 en su piso de Burgos. Salvador Barrio, el padre, recibió 50 cuchilladas; su mujer Julia Dos Ramos, 17 y Álvaro, el hijo que tenía 12 años fue apuñalado 32 veces. Un escenario salvaje del que solo se salvó Rodrigo, el hijo mayor de 16 años que estaba internado en un colegio en Aranda de Duero. Tres años después fue detenido como supuesto autor aunque quedó en libertad a las 72 horas. Ángel Ruiz, vecino de La Parte de Bureba donde Salvador era alcalde pedáneo y había comprado numerosas tierras, es desde 2014 el sospechoso oficial, pero hasta ahora no se le ha podido vincular de forma inequívoca con el triple crimen. Había tenido varios enfrentamientos con Salvador y tras el entierro hizo pintadas ofensivas en la tumba del cabeza de familia: «Cerdo, cabrón, hijo de puta», escribió. Fue condenado por esas pintadas. Además se le condenó por el asesinato de una vecina de 85 años a la que atropelló por la espalda en 2011 y por el que cumple pena aún. La Policía Nacional no se ha llevado esos once contenedores, obviamente, pero era necesario sacar tal cantidad de objetos en busca de los que les pueden interesar: llaves (las del piso de los Barrio porque la puerta no se forzó) y las del coche de Salvador; documentos y algunas ropas (las del asesino pese a que tuvo que cubrirse de sangre de los pies a la cabeza nunca aparecieron). Todos ellos serán analizados en busca de algún rastro. Durante tres días seis agentes de Homicidios, cuatro de la comisaría de Burgos, otros cuatro de Policía Científica y seis agentes del GOIT (Grupo de Operaciones e Intervenciones Técnicas) han puesto patas arriba corralones, inmuebles, garaje y un cobertizo que fue derribado por seguridad. Todo lo que era inservible será destruido por el Ayuntamiento tal y como se había acordado, pero los objetos como herramientas etcétera permanecen en las propiedades de Ruiz, que ha asistido a los registros trasladado desde la cárcel sin abrir la boca, salvo para soltar alguna incongruencia. Durante años, los vecinos lo señalaban con el dedo como el autor de hurtos y robos que se cometían en la zona. A la vista del material que acumulaba no parece que anduvieran errados. Los investigadores que este verano hicieron una nueva inspección ocular al coche de Salvador, depositado en la comisaría de Orense, no piensan tirar la toalla. Ya habían registrado parte de esas propiedades sobre las que han vuelto pero entonces fue imposible hacerlo con la exhaustividad aplicada ahora. Encontraron en su día en esos registros una caja de zapatillas Dunlop, una marca alemana, poco frecuente. Una deportiva de esa marca dejó una pisada del número 44 en la casa de los crímenes. La Policía Científica concluyó que el autor de esa huella podía tener un número más o un número menos. Los investigadores se trasladaron hasta Alemania, de donde es la marca, para tratar de saber a qué modelo correspondía esa caja. No hubo suerte. Una vez más, la pista se esfumó. La Policía tiene el crimen como uno de sus casos malditos, enquistados, pero los investigadores confían en que antes o después lograrán ponerle nombre y apellidos a quien acabó con los Barrio. Con un sobreseimiento provisional por medio, la acción judicial secreta se dirigió contra Angelillo desde 2014 de forma que hasta 2034 no prescribiría. Mientras, el hombre que odiaba a Salvador, colérico, vengativo, verborreico, sigue cumpliendo condena en la cárcel de Burgos.

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