
Cuánto necesitamos a gente como Justo Gallego. Cuánto precisamos tener un sueño, una obsesión, para ir tirando en este Valle de Lágrimas. Hay gente que dedica su vida a zancadillear al contrario y quien, como Justo, ha dado su vida a una quimera en la que han convergido, milagrosamente, una ingeniería lega que se mantiene para sorpresa de arquitectos, y materiales de esos a los que no prestamos atención: las pequeñas cosas de Joan Manuel Serrat. La muerte de Justo Gallego vuelve a traer a las páginas el raro monumento de Mejorada del Campo, del que no sabemos si lo ha visto el Papa, que esperemos que sí. Cantan los papeles que la existencia de Justo no fue fácil, que algunos...
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